No hay otra salida en momentos en que una red de corrupción se ha puesto en marcha y nos va conduciendo a lo que en nuestro país ha sucedido siempre: “Llegaremos a las últimas consecuencias”. Sí, a las últimas consecuencias: a la impunidad de los delincuentes y a la indefensión de quienes actuaron en nombre de la Ley.
¿Red de corrupción? Sí: los hechores de los delitos, avisados de antemano que se esfuman, tal el caso del ‘socialista’ Ramiro González, azote del IESS; el vicepresidente Jorge Glass, que no renuncia porque se sabe protegido; la Refinería de Esmeraldas a punto de estallar cuando ayer no más fue entregada luego de ser reparada a un costo de millones de dólares, sin que a nadie se le ocurra identificar a los culpables; la soñada Refinería del Pacífico que sin posibilidad alguna de llegar a ser una realidad, al país ya le ha costado otros tantos millones de dólares. Y así. Red de corrupción poderosa, la nuestra. El Subcontralor en funciones de Contralor, señor Celi, a un paso de ser declarado culpable del delito de haber denunciado los hechos delincuenciales de quienes le antecedieron. El Fiscal General de la Nación, medio asustado, en el plan de acusador con pies de plomo. El señor presidente Lenín Moreno marcando distancias con los dirigentes de su partido, Alianza País, es decir con aquellos que en su infinita ingenuidad (no tengo porqué emplear otro calificativo) creen que lo que está en juego es su proyecto político y no los destinos del país.
¡Pobrecito nuestro país! ¡Pobres los que en Ecuador se ganan el sustento diario con el sudor de su frente! Se impone una consulta popular que nos lleve a una Asamblea Nacional Constituyente. A mi juicio, en el despeñadero que estamos, la independencia del Poder Judicial es mandatorio. El Salmo 96 del Antiguo Testamento como que fue escrito pensando en nosotros: “Tinieblas y nubes rodean el trono del Señor que se asienta en la justicia y el derecho”.
Sin Dios ni Ley, es la historia de los pueblos hispanoamericanos. La justicia y el derecho, los mensajes del Rabí de Galilea, ausentes desde cuando nos constituimos en sociedades conformadas por vencedores y vencidos. Sociedades polarizadas, desde siempre. Con el paso de las generaciones, los vencedores quienes medraban del poder fáctico de las redes de corrupción que se iban constituyendo. Los vencidos, la debilitada fuerza laboral del país. En la historia constitucional ecuatoriana se impone un intento más que apunte a la independencia de la justicia, al imperio de la Ley. Si se analiza las motivaciones que nos llevaron a tantas revoluciones, a tanta inestabilidad política, hay una que es constante: la reivindicación de derechos conculcados. En los actuales momentos, el derecho a trabajar y a un sueño tranquilo, a sabiendas que nadie está quitándonos el pan de la boca.