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Consejo de Seguridad

La renuncia del enviado especial de Naciones Unidas en misión mediadora a Siria, Kofi Annan, emite un mensaje perturbador a la comunidad mundial, porque pone en evidencia un hecho inocultable, que radica en que la sociedad internacional sigue siendo una estructura de poder, más allá del marco institucional, y confiesa el fracaso de su delicada gestión. En efecto, el señor Annan, ex secretario general de la ONU, tenía que ejecutar las resoluciones del Consejo de Seguridad en esta materia y promover una salida negociada al conflicto entre el gobierno de Bashar Al Assad y la oposición en armas. La competencia está radicada en el Consejo pero el asunto no es ajeno a la Asamblea General, que ha adoptado también varias resoluciones, la última de ellas con un tono de censura a las actuaciones del Consejo de Seguridad, donde el veto de las grandes potencias continúa obstando un acuerdo corporativo. Kofi Annan resalta la falta de apoyo del Consejo por los desacuerdos internos entre los miembros permanentes y expresa que dejará su función a finales de agosto.

Como se sabe, el cruento problema de Siria, autocracia punitiva y hereditaria, se explica desde la perspectiva de la Primavera Árabe, que suscitó cambios profundos especialmente en Egipto, Túnez y Libia, como reacción frente a regímenes represivos y violadores de derechos humanos esenciales de sus respectivos pueblos. Hacia el conflicto sirio converge la atención de la opinión pública mundial porque ha cobrado unas características de violencia y barbarie extremas. Gobierno y oposición reciben apoyo bélico de distintas procedencias y no se vislumbra un ademán político proclive a la paz. Por eso el secretario general de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon, en una reciente declaración advirtió que “No habrá ganador en Siria. Ahora enfrentamos la nefasta posibilidad de una guerra civil que destruya el rico país de comunidades interligadas. No podemos permitir que esa predicción se torne realidad”.

En los ámbitos de la ONU se habla de la necesidad de instalar una zona de exclusión aérea porque en ese espacio predomina la superioridad de las fuerzas leales al gobierno, que ya han sacrificado a más de 20 mil civiles. Pero en el Consejo de Seguridad hay actitudes que recuerdan los procedimientos de la Guerra Fría, que esterilizaron su vigor institucional. La visión clásica del principio de no intervención ha evolucionado en conexión con la injerencia humanitaria, para casos emergentes que interesen al conjunto de la comunidad internacional frente a graves violaciones de derechos humanos.

Sería deseable que, en un plazo razonable, se encontrasen fórmulas adecuadas de avenimiento entre las partes, en el marco internacional, mediante la conciliación de posiciones e intereses confrontados, para bien del sacrificado pueblo sirio, que merece acceder a los beneficios de la paz y del bienestar.