El Che se adapta a las circunstancias: su pretendida figura, más que su tozuda biografía, se cotiza en alza en tatuajes, hebillas, llaveros y prendedores. El capitalismo, deplorado en Cuba, se vale de la fascinación por el héroe mítico. Es un filón riquísimo para divulgar la intención sesentista de cambiar el mundo, rubricada en el Mayo francés. “Detrás del ícono está la historia de un revolucionario y, aunque se haya convertido en un producto de consumo, hay quienes piensan que a través del fetiche pueden llegar a sus ideas”, observa uno de sus biógrafos, Jon Lee Anderson. En la ambiguedad hace baza la estrategia de consolidar en las nuevas generaciones la imagen de “un símbolo popular que habla de justicia y ayuda a los desfavorecidos”.
Esa ambiguedad es la que, a sus 84 años, encarna Fidel Castro para provocar el debate en una juventud comunista tan ortodoxa como el Che en vida: “El modelo cubano ya ni siquiera funciona para nosotros”, dispara. Y después, aparentemente sorprendido por el impacto de las declaraciones recogidas por Jeffrey Goldberg, redactor de la revista The Atlantic, y decodificadas por la experta en relaciones internacionales Julia Sweig, menea la cabeza por ser interpretado “al pie de la letra”.
Es usual distorsionar la realidad. Es tan usual que, al final, algunos políticos creen que son como se describen a sí mismos, no como son vistos por los demás. Con Goldberg, “gran periodista” que “no inventa frases”, ha dialogado más de 10 horas en varios días con Castro. ¿Qué trae de nuevo el primer secretario del Partido Comunista con su admisión, “sin amargura”, del fracaso de un modelo que, de ser infalible, da pena que sea aplicado? Donde dice cubano debe leerse capitalista; entonces, “el modelo capitalista ya no funciona”.
Fidel Castro es astuto. Confunde y, de ese modo, permite que su hermano Raúl, de carisma escaso, se despache con la peor noticia desde que ejerce la presidencia: el Estado, corazón de la Cuba socialista, debe adaptarse. No da para más. Sobran un millón de empleos. Desaparecerán en 2011 más de medio millón de puestos de trabajo. Será la primera fase de un plan de reestructuración radical. Con 11,2 millones de habitantes y una fuerza laboral de 4,9 millones, uno de cada cuatro cubanos está de más en la plantilla. Los salarios no alcanzan ni estimulan la productividad: la mayoría gana menos de 20 dólares por mes.
No sólo Fidel se adapta a las circunstancias. Lo hace también el mundo. Gobiernos que antes ningunean a los disidentes cubanos concluyen que la mera existencia de presos políticos representa una flagrante violación.
Sin las dádivas de Chávez, Cuba debe adaptarse a las circunstancias como el Che post mórtem o, más aislada que la Luna, tutearse con el abismo.