Hay desgracias horribles, pero evidentes. Se las ‘vive’ y se muere en ellas: están sus víctimas y sus verdugos, y si no están aún, se los busca y se los encuentra, con voluntad de claridad, de verdad y de justicia. Asistimos a los atroces atentados cometidos en Barcelona y en Cambrils, un pueblo de veraneo tarraconense. En actos de fanática barbarie, mueren 14 personas y más de cien están heridas de consideración… Hay en España, en Cataluña, entre el torpe alboroto de la escisión, una sensación generalizada de confianza en el poder, en la Policía, en esa España querida y profunda en la cual, entre tanto dolor, solo puede apelarse a la unidad, como lo ha hecho el mismo Puigdemont… A nadie que no sea parte del delito, ciego de pequeñez y fanatismo, que no sufra la peste del poder; a nadie que en su sano juicio sepa y comprenda que dominar es tentación enorme que apenas dura, se le ocurriría esconder las evidencias, blindar la aspiración a la claridad. Estas y tantas muertes injustas dejan, a su pesar, confianza en la sociedad que lucha, dispone, encuentra, sentencia…
¿Será demasiado, o demasiado poco, comparar estas terribles desgracias y cuantas ocurrieron en la Europa modélica de nuestras vidas, con los daños que la corrupción que intuíamos y vamos descubriendo, ha causado y causa en nuestro país? ¡No! Nunca será demasiado, aunque parezcan invisibles los muertos como consecuencia del robo y la mentira, del enriquecimiento de sinvergüenzas de inaudita ambición; torpemente acostumbrados al populismo y la propaganda falseadores, hay en la patria cientos de miles de víctimas de los ladrones que, so pretexto de revoluciones, sacrifican a un inmenso caudal de hombres y mujeres que jamás se educarán a fondo, -‘capital’ perdido desde antes de nacer- y seguirán sirviendo de señuelo a ambiciosos, muriendo en la pobreza, en la falta de trabajo, en accidentes de buses que tanto agradecieron al ex, su ‘concesión’ de pasar solo una revisión anual…
¡Es imposible calcular el sufrimiento que causa la corrupción en los pueblos, pero alcemos la vista a Venezuela, a México, a países de América Central; a la Argentina de perones y kichneres, al enorme Brasil, y, con este acervo, volvamos a nosotros!
En la patria, la opinión pública actual reacciona, liberada del estupor de las ataduras sabáticas de mentiras, grosería y violencia que mostraban un rostro de loco jubiloso, con ojos de concesión y comprensión, y un segundo después, una cínica mirada de orate, risas y risotadas de demente.
Señor fiscal: no esconda, bajo sus mofletes, vidrios ni platos rotos. ¿Qué fue a hacer a China el tiísimo de Glass?, ¿de dónde procedió su mandato? Asambleístas APs, ¡dejen el rebaño!: ¿piden razones de su buen actuar al contralor actual y esconden las del ex, durante años! ¡Dejen que surja la verdad, como lo quiere el pueblo! A él deben sus ventajas verdeflex, sus bordaditos, su platita, sus títulos falsos, sus falsos ‘triunfos’. ¿Podrán ser, por una vez, ustedes mismos/as, o seguirán en la manada?