Así define Marco Antonio Rodríguez al periodista Diego Oquendo, un hombre que ha dignificado a la profesión desde las diversas trincheras en cuatro décadas de oficio, con toda clase de experiencias, entre ellas la intolerancia y el terror que ejerce, casi siempre de manera cínica, el poder político.
Mi memoria de estudiante se remonta al golpe de Estado del 31 de agosto de 1975. Muchos periodistas, fotógrafos y camarógrafos de entonces se jugaron la vida durante la revuelta militar del general González Alvear en contra del dictador de entonces Guillermo Rodríguez Lara. Sin temor a las balas, así eran los periodistas de entonces, esa fue mi primera impresión de este periodista, que recibió hace poco un homenaje en la Pontificia Universidad Católica.
La Casa de la Cultura Ecuatoriana publicó un libro titulado ‘El sueño irrenunciable de la libertad’, en el cual se muestran los discursos de importantes personalidades que resaltaron el trabajo del periodista.
Como muchos periodistas que han seguido las huellas del pionero Eugenio de Santa Cruz y Espejo, Oquendo ha sido implacable con las injusticias, eso le ha costado muy caro, a él y a su familia que a la final es la que sufre cuando esta profesión es denigrada y combatida desde la intolerancia política.
Carcelazos, atentados con bombas, como el de 1970 que lo dejó muy cerca de la muerte, golpizas, persecución y demandas de atentar a la seguridad del Estado, como la que le siguió el ex presidente Lucio Gutiérrez, constan en el “currículo” sobre el ejercicio profesional del periodista, porque en el otro lado está la hoja de vida del escritor, el abogado, el fundador de una radio, el columnista de periódicos, el que “friega la pita”.
Uno de los bienes más apreciados por la humanidad es la libertad, como la que celebran en estos días países como Libia, pero a un costo de más de 25 000 combatientes que fueron masacrados con tal de que las futuras generaciones vivan en un país libre. A Oquendo no le ha importado que lo denigren, que lo humillen, decir la verdad tiene su precio, combatir al poder tiene un riesgo. Eso es ser combatiente y combatido.
En el prólogo de este libro se cita una frase de Ludwig Borne: “No existe ningún hombre que no ame la libertad; pero el justo la pide para todos y el injusto únicamente para sí”. Y la prensa, como expresa Hans-Dietrich Genscher, “es la artillería de la libertad”.
Oquendo entiende que un periodista no debe claudicar ni sentir miedo. El poder es pasajero, el periodismo y la libertad se traspasan de una a otra generación. Se oye decir que el periodista es impertinente, por supuesto que sí, esto no es una ofensa y Oquendo, un “preguntador” compulsivo lo es, no tiene nada de malo, su trayectoria ha sido un ejemplo para varias generaciones de periodistas.