Conviene reiterar que, en la reciente campaña electoral, no hubo violencia. Ojalá quede este ejemplo, pues contrasta con la vieja costumbre de que, en cada torneo electoral, haya muertos que los utilizaban para propaganda y estandarte de la “causa” y del candidato.
Entre los mayores hechos del pasado, debemos rememorar la matanza del 15 de noviembre de 1922, en Guayaquil, en la que intervinieron militares reprimiendo a obreros huelguistas y público, y de cuyo suceso cuenta la novela “Las Cruces Sobre el Agua” de Joaquín Gallegos Lara; y con límites y rigor histórico, el general Marcos Gándara Enríquez en un libro explicativo de la actitud de los soldados.
Los represores dispararon al cuerpo, inclusive a quienes en fuga se lanzaban a las aguas del río Guayas. Por ello, cada noviembre familiares de algunos que fallecieron allí, en lugar de flores en una pequeña balsa colocaban una antorcha y la ponían en el lugar donde creían que murió su pariente. El río se lleva las cruces con su antorcha.
Años más tarde (28 de agosto a 1 de septiembre de 1934) se produjo otra matanza, pero esta vez por política electoral. Ya es conocido que partidarios del Presidente elegido señor Neptalí Bonifaz, conocidos como miembros de la Compactación Obrera principalmente, se enfrentaron con el Ejército; o, al revés, durante 4 días en la ciudad de Quito, en el curso de los cuales murieron 2.000 personas.
En el presente año 2021, la campaña electoral que ya terminó, fue pacífica y exenta de muertos, heridos o lesionados por obra de partidarios de los candidatos.
Uno que aparecía con buenas probabilidades de éxito, Andrés Arauz, es de la línea del populismo correísta, que sigue los principios políticos del Socialismo del siglo XXI.
¿Qué es este Populismo Ideológico? El 27 de enero de 1992, el ecuatoriano Dr. Rodrigo Borja (más tarde Presidente del país y autor de la Enciclopedia de la Política) pronunció el “Discurso inaugural de la Reunión del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo”, en el que expresó: “Una de las grandes falacias de nuestro tiempo, repetida con demasiada frecuencia y con muy claras intenciones políticas, es la de que las ideologías han muerto. Esta tesis es al propio tiempo falsa y peligrosa; falsa, porque simplemente no es verdad que hayan fallecido las ideologías políticas, entendidas como un sistema coherente de principios filosóficos para conducir a los pueblos; y peligrosa, porque al socaire de esta afirmación puede ganar fuerza en América Latina el populismo, es decir, a el arrebañamiento de las multitudes en torno a los caudillos populistas, especie de hechiceros del siglo xx que ofrecen la felicidad para mañana y el paraíso terrenal a la vuelta de la esquina”. Esta conferencia ha sido publicada en el reciente libro “La Ética del Poder” del doctor Rodrigo Borja.
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