Sin alcalde ni presidente, sin líderes ni partidos que la guíen ni fuerzas del orden que la protejan, la clase media quiteña se siente avasallada esta mañana del 9 de octubre. Esa misma CM eufórica y novelera que derrocó a Bucaram por patán y a Lucio porque tenía cara de cholo, las cosas como son, y cuyos forajidos fueron un semillero de correístas, tal como lo fueron la ID y Pachacutek, está pagando el error de haberse enamorado de un embaucador que la traicionó.
Amante humillada a la que ahora le cayeron, sobre cuernos, palos. Literalmente, esas piedras y esos palos con los que correístas enmascarados asaltaron la ciudad, con la complicidad de los choferes y los indios, qué pena pero así fue, aunque los lerdos voceros del Gobierno insistan en diferenciar qué mano lanzó cada piedrazo.
Sabe ya la CM de lo que son capaces los correístas por lograr la impunidad y volver a los lujos del poder. Y de las mafias del transporte que chantajean y contaminan al país desde los años 70 conoce aún más porque las sufre día tras día. Lo que ya no sabe es quiénes mismo son los indios y por qué vienen a destruir su ciudad si ella los miraba con simpatía. De lejitos pero con simpatía.
Ahora, ante los actos de vandalismo, escucha decir “los indios no hacen eso”, pero entiende que cualquier grupo social, empezando por ella misma, cuando está indignado o desesperado, como los chalecos amarillos de Francia o los jóvenes enmascarados de Hong Kong, hacen eso y mucho más. Lo que pasa es que la anterior generación indígena, la de Luis Macas, la que organizó el movimiento y lo condujo sin violencia a la conquista de sus derechos básicos supo aprovechar el sistema democrático y la buena voluntad, sobre todo, de la CM quiteña que con un toque de paternalismo aplacaba su conciencia mestiza.
Pero hoy los jóvenes campesinos en general están mucho más conectados con la sociedad de consumo y su frustración es más grande ante la pobreza del agro y la ausencia de trabajo en la ciudad. ¿A quien echarle la culpa? No a Correa que saqueó la economía, ni a los contrabandistas de combustible ni a los choferes de buses que siegan vidas indígenas cada semana, sino a un ente diabólico, el FMI, que ha decidido una vez más chupar la sangre de los pobres del Ecuador.
Lo que sí es verdad es que el Gobierno no resuelve sus problemas (de siglos), que impulsa la minería y no les hace caso. Entonces se harán oír a las bravas y descargarán su furia contra todo lo que huela a rico. Ante la pésima comunicación del Gobierno gritan una sola consigna: “No al alza”, que hechas las sumas y las restas significa el fin de la dolarización y el retorno de Correa.
Ahí termina el flirteo de la CM con los indios pues la amante bipolar comprende que ella será la primera víctima y ya no tendrá, como en el 2000, ni una España a dónde migrar. Amén.