Escoger un nuevo vicepresidente o vicepresidenta es una eventualidad cercana. Conviene que la sociedad intercambie criterios para la selección, no tanto enmarañarse en una u otra persona. Moreno y el Legislativo necesitarán de esas opiniones.
Alianza País sigue en su estrategia del “aquí no pasó nada”, pero los hechos dicen cada vez más sobre indicios de corrupción. También ya hay interrogantes que no se pueden minimizar y que van a alimentar el debate público con consecuencias posiblemente negativas para AP.
Cuentan ahora no solo los beneficiarios directos de las coimas sino los segundos, terceros, etc. Y en particular cabe dilucidar si AP recibió algo para sus campañas millonarias y quién se benefició de ello.
A menos que Glas renuncie en beneficio de AP, la sociedad y las instituciones. O que Alianza País empuje Glas a renunciar y evitar un juicio.
Ecuador ganaría al nivel de los cambios sociales al escoger una mujer, si tiene las competencias requeridas.
Hombre o mujer podría ser de la Costa para recuperar la invención ecuatoriana de sus equilibrios regionales rotos por Correa, con la consiguiente concentración del poder en un núcleo guayaquileño.
Mal se puede olvidar que la persona escogida podría reemplazar al presidente, en caso de eventual ausencia temporal o definitiva.
Por ello mismo debería tener sentido de gestión y sería inconveniente que sea de Alianza País.
Ecuador necesita salir de la polarización partidaria y consagrarse a enfrentar su complicada crisis económica y la llegada de conflictos antes retenidos o reprimidos.
En cambio, un posible vicepresidente debería ser alguien de la “tendencia” para respetar el voto prioritario de las últimas elecciones. Pero no alguien que esté en la polarización política para continuar en el puesto.
A la sociedad ecuatoriana, además de salir de la polarización, le conviene tener un gobierno con sentido de autonomía y que gana su propio espacio sin el peso de intereses o consignas electorales.
No es el momento de esa disputa sino de un amplio acuerdo de un programa urgente para un país endeudado y con promesas en exceso.
Esta opción daría a AP una imagen de pluralismo, un modo de transitar hacia más democracia.
Se minimiza el valor de las instituciones, pero es decisivo en toda sociedad.
México estuvo durante generaciones en la concentración del poder, el cinismo y el clientelismo, lo que desvanece el sentido de autoridad y de la organización de la sociedad. El narcotráfico pudo ocupar amplios espacios y reinar. Decisiones de hoy pueden tener así graves consecuencias mañana.