¿Dónde está la izquierda en Ecuador? Desaparecida. A menos que alguien crea que el correísmo es la izquierda o que el indigenismo es la izquierda. El correísmo solo era populismo depredador de los recursos públicos. El indigenismo solo es la lucha encarnizada por controlar el bloque legislativo, herencia de un proyecto nacional que no fue entendido ni por sus protagonistas. Yaku se quedará con Pachakutik, Iza con la Conaie y Quishpe con el bloque legislativo. Olvidando la cuestión social se han entregado a sus querellas internas para controlar protestas y revueltas.
La izquierda solo era una posibilidad por la división de la derecha. Ahora que se ha unido la derecha, la izquierda se desarma en pedazos. Una pieza revoltosa indigenista, otra pieza académica y libresca, otra pieza populista con nexos internacionales. Ya no pretenden transformar el mundo ni mejorar la vida de la gente, solo luchan por el poder, sin objetivo ulterior.
Mientras la izquierda se arrincona y se prepara para la revuelta, la derecha se muestra insensible ante la creciente inequidad y hace inevitable la confrontación. Izquierda y derecha, ricos y pobres son preparados para “combatirse mutuamente en un perpetuo duelo”, como dijo León XIII en su famosa encíclica Rerum novarum.
El presidente Lasso sabe muy bien que consiguió la victoria porque se apartó de los extremos, de la ira de la izquierda y la abulia de la derecha. Su misión es acercar los extremos, lograr el encuentro; la concordia que engendra la belleza y el orden de las cosas, en palabras del Papa León XIII.
Concordia es lo que faltó en Colombia para evitar el derrame de sangre, la destrucción y las exhibiciones de odio. Una reforma tributaria que castiga a un pueblo maltratado por la pandemia y la crisis económica era un ultraje por parte de la derecha. Poner como precio para la paz la solución de los problemas acumulados en siglos, es la temeridad de la izquierda.
Concordia es lo que faltó en Madrid donde los electores humillaron a la izquierda, desaparecieron al centro y aclamaron a la derecha. Pero no la derecha abúlica que enciende la ira, sino una derecha renovada, cercana a la gente, sensible a sus preocupaciones, la derecha que reduce los impuestos. Los líderes de la izquierda populista que llegaron al poder hace siete años, ofreciendo castigo a la corrupción y abolición de la casta (políticos tradicionales y corruptos), no tardaron en competir con la vieja casta en exhibicionismo, prepotencia y corrupción.
La izquierda que desprecia a las empresas que generan empleo, que desprecia a los pobres ofreciendo dinero, subsidios y venganzas, termina recibiendo el desprecio de los electores. La derecha sensible que ofrece vacunas, reducción de impuestos, combate a la corrupción con ayuda internacional, termina aclamada por el pueblo que solo aspira a contar con oportunidades de trabajo para sobrevivir.