Gracias, santo Hermano Miguel, por la ayuda para lograr esta entrevista. Subí al séptimo cielo. Antonio José de Sucre apareció como un rayo de intensa luz azul. Quedé deslumbrado, pero le oía con nitidez. Me sentí oprimido por una masa infinita, abrumado por el señorío del Señor, por su Soberanía. Me vi como un átomo ante un Dios cada vez mayor a cada segundo.
Simón: -Mariscal, Ud. casó con ecuatoriana, consolidó la independencia de Guayaquil, liberó la Sierra y a Quito, venció a las fuerzas peruanas en Tarqui y desbloqueó el golfo de Guayaquil custodiado por una flota del Sur. ¿Cómo ve ahora ese proceso?
Sucre: -El puerto de Cumaná sobre el Caribe y en la desembocadura del río Manzanares es mi lugar natal. Tiene un cierto parecido a Guayaquil. Perdí a mi madre cuando yo tenía siete años. Internado en un colegio militar, crecí solo, hambriento de afecto. ¡Qué cambio cuando a mis veintiséis años, llegué a Guayaquil ya independiente! La mujer guayaquileña era garbosa, abierta, culta, maternal. Resucité en la Perla del Pacífico.
Guayaquil decidió liberar a Quito, y me dio poder, mando, tropas y dinero. Fracasé en mis primeros intentos. Guayaquil creyó en mí y me equipó mejor. ¡Qué campaña tan dura! A caballo o a pie por montes y riscos, páramos, distancias agotadoras, vadeo de ríos torrentosos. De Guayaquil a Saraguro, a Cuenca, a Riobamba, a Ambato, a Latacunga, a Machachi, a Chillogallo y a subir por el colosal Pichincha para evitar las tropas españolas de Quito. Vencimos en Pichincha con la ayuda de batallones de casi toda América. El sabor de la victoria es agridulce. Sabe a libertad y poder, sabe a cortejo de muertos, sabe a hospital con heridos. Sabe a llanto de madre.
Simón: -Mariscal, ¿cómo nos ve ahora?
Sucre: -Los veo mal. Se odian. No se aman, enfermos de dinero y de envidia.
Simón: -Mariscal, denos un remedio.
Mariscal: -Únanse Guayaquil, Quito, todas ciudades. Llénense de benevolencia. Mi principal virtud fue la magnanimidad, el ánimo grande, oxigenado. Tras cada victoria, el enemigo es un enfermo al que darle cariño; nunca, humillación.
Simón: Muéstrenos un héroe.
Sucre: -Abdón Calderón: un jovencito que a los 17 años se alistó conmigo, luchó conmigo, se distinguió conmigo. Herido cuatro veces, alentaba a sus compañeros. Murió el 7 de junio en un hospital. Tenía 18 años. Quienes se han burlado de él son unos miserables. Él es un modelo.
Simón: -Gracias por todo, Mariscal.
Sucre: -Bolívar, Flores, yo, fuimos, somos, seremos venezolanos. Ayuden a nuestros compatriotas, de un modo más organizado y eficaz. Quiéranlos, no los maltraten. Paciencia. Maduro no llegará a la Navidad.
Bajé a nuestro infiernillo. Abanderen Quito el 24 de mayo. No sean indolentes. “Por Dios, juro, sagrada bandera/ en el aire, en el mar y en la tierra, /en la paz y la horrísona guerra, / defenderte hasta airoso morir”.