Como en pocas ocasiones, en este flagelo que hoy padecemos, puede asegurarse que en todos los órdenes nuestro país es el resultado de la gestión pública de pinganillas que llegaron al poder haciendo buenos diagnósticos pero eso sí incapaces de solucionar los problemas. De acuerdo al número de habitantes la mortalidad en Ecuador es de las más severas del mundo. Razón de más para que ahora sí nos pongamos en el plan de aunar esfuerzos, todos a una, con el fin de evitar que nuestro barquito se hunda.
Dados mis años, en el artículo anterior y en el de hoy mi aportación es un llamado a que la gente lea, hoy más que nunca si se tiene el hábito de la lectura o se inicie en tal ejercicio como la actividad idónea para soportar los efectos del aislamiento que se nos ha impuesto y debemos acatar por el bien de todos.
No se crea que leer novelas de ficción o historias noveladas o novelas históricas, es propio de quienes no tienen más que hacer. Una lectora apuntala mi artículo anterior con una sutil observación, recordando que a Joseph Stiglitz, Premio Nobel de Economía, le encantaba leer novelas y que entre sus autores preferidos se hallaban Charles Dickens y Ernest Hemingway, “Cumbres borrascosas” le había dejado una huella imborrable.
De lo que se trata, eso sí, es de dedicarse a leer textos que valgan la pena. En la Tertulia de Lectores que mantenemos desde hace 12 años, hemos llegado al punto de considerarle como leíble una novela escrita con claridad, expuesta con naturalidad, verosímil inclusive si es de ficción. Sobre tal entendimiento, en mi artículo anterior recomendé las novelas que había leído hace poco, a las que sumé “El Quijote”, lectura obligada inclusive para quienes ya la habían leído. Todas las armas son buenas para vencer el tedio.
Por hoy, recomiendo a mis lectores novelas que las leí hace años, presentes en mi memoria. “El nombre de la rosa” (Umberto Eco); “El jinete polaco” (Muñoz Molina); “Inés del alma mía” (Isabel Allende); “Hombres buenos” (Pérez Reverte); “El grito silencioso” (Kenzaburo Oé); “Polvo y ceniza” (Eliecer Cárdenas); “El Síndrome de Ulyses” (Santiago Gamboa); “La Suite Francesa” (Irene Nemirovsky). Mención especial: “El Tiempo y el Viento” de Erico Verissimo. La historia novelada de ese inmenso espacio que es Río Grande del Sur en el Brasil, desde cuando los jesuitas fundaron las 8 ciudades, interconectadas, que les tragó la selva. Hasta nuestros días.
“El Tiempo y el Viento” y “Cien años de soledad” de García Márquez, me llevaron a interpretar mejor la historia de Sudamérica. Brasil con su costa atlántica ‘tan cercana’ al racionalismo francés prevalente en Europa. Nuestros países, los que dan al Pacífico, tan distantes del mundo entero. ¡Esos cien años de soledad! Desde cuando se no fue de las manos el libro con la expulsión de los jesuitas.