El sistema interamericano tiene su origen en la filosofía política del Libertador Simón Bolívar, cuyo ideal americanista se plasmó en el Tratado de Unión, Liga y Confederación Perpetua, suscrito en el Congreso Anfictiónico de Panamá, en 1826. Si bien sólo Colombia ratificó dicho instrumento, la idea de construir una unión de repúblicas americanas fue un paso sin precedentes, que condujo a la formación de un sistema de cooperación internacional sin paralelo, ya que la OEA es la organización regional más antigua del mundo.
Hay tres etapas bien diferenciadas en su itinerario histórico: de 1826 a 1890, de 1890 a 1948 y desde entonces hasta nuestros días. En la primera etapa, después del Congreso de Panamá, se celebraron varios congresos iberoamericanos de carácter jurídico y político: tres en Lima y uno en Montevideo. La segunda etapa comienza con la Primera Conferencia Internacional Americana, realizada en Washington (1890) por invitación del Gobierno de los EE.UU. Allí se acordó crear la “Unión Internacional de las Repúblicas Americanas”, con sede en Washington. En 1910 cambiaron sus denominaciones por las de Unión de las Repúblicas Americanas y Unión Panamericana, respectivamente.
La cooperación hemisférica se desarrolló mediante conferencias periódicas, la última de ellas celebrada en Caracas (1954). En la penúltima Conferencia Internacional Americana (Bogotá, 1948) se aprobó la Carta de la Organización de Estados Americanos (OEA) por 21 Estados miembros. Con el ingreso de los Estados caribeños y Canadá los miembros actuales son 34. Según la Carta, reformada en cuatro protocolos, la Asamblea General es el órgano supremo de la Organización. Además de las reformas estructurales, las más significativas se han producido en la solución pacífica de controversias, en el fortalecimiento de los procesos democráticos y en la protección internacional de los derechos humanos.
Ninguna organización universal o regional otorga a la democracia el rango relevante de que goza en el sistema interamericano. Sus esfuerzos institucionales se han concentrado en la Carta Democrática Interamericana. Son igualmente destacables los méritos del sistema interamericano de derechos humanos, mediante el funcionamiento de la Comisión y la Corte de Derechos Humanos. En todo caso, democracia y derechos humanos son dos grandes temas en los que ha gravitado en tiempos recientes la acción de la OEA, además naturalmente de los asuntos específicos relativos a la paz, la seguridad y el desarrollo, así como los nuevos retos de la sociedad contemporánea vinculados con el narcotráfico, el crimen organizado o el medio ambiente.
La OEA sigue siendo el más alto foro político del continente, aunque con su estructura actual sea muy difícil alcanzar consensos. El delicado caso de Venezuela es un ejemplo.