Las olimpiadas de Río 2016 desarrollan el éxito que no se esperaba, desde el Zika hasta la Dilma, amenazaban, internacionalmente, un desastre. Virus, infecciones, protestas, descontento y la criminalidad callejera que toma fuerza, con una situación económica triste, para otro gran país del continente. Una economía que, sin duda, quedará aún más lastimada por un gasto excesivo e irresponsable, que marcará la historia del gran Brasil, disminuido por la política populista, descuidada, abusiva, que conocemos en más de un país de nuestra América Latina. Los deportistas se han esforzado, sufrido, mostrado su inquebrantable dedicación al deporte que los apasiona, mientras el marketing internacional se toma la arena demostrando su poderío absoluto y la verdadera razón, actualmente, de estos juegos que iniciaron históricamente como un homenaje a los más fuertes y disciplinados, a los más esforzados y que hoy, es una venta de billones. Olvidamos momentáneamente los problemas ante la efervescencia emocionante de los mejores, entregando su inmensurable esfuerzo.
El doping de los atletas rusos, imperdonable, por parte de otro gobierno que no respeta ni los cuerpos de sus propios atletas ya que se ha comprobado, casi con certeza, que fue un viveza. Así es como un evento puramente deportivo, es atacado por la política que resalta los defectos de la humanidad en vez de festejar las proezas. Estos tramposos intentos corrompen hasta la más pura expresión humana, atacando los principios y la ética de la honestidad, enseñanzas confusas a la juventud, perdida, en el intento de comprender los valores.
Ecuador estuvo presente en calentador, único entre todos los equipos que desaprovechó la inauguración para compartir la orgullosa cultura del país, a través del vestido. Deportistas, todos, esforzados, sin el apoyo que otros reciben de sus estados. Una felicitación por su dedicación personal, sus ganas infinitas de superación personal, el incansable intento de llegar más allá, mientras el gobierno más se preocupa por su vanidad y permanencia en el poder que por nuestros orgullosos representantes.Valiosos ellos , sin el apoyo ni fondos, ven en su diario entrenamiento el despertar del sol y no temen la obscura noche dando de sí lo mejor para representar dignamente a Ecuador. Ecuatorianos que pisan la tierra cuando corren, la sienten, se sacrifican y hacen Ecuador. Orgullo por su bandera tricolor.
Su ejemplo debe cambiar nuestro destino. Contagiémonos de su valor para perseguir nuestro verdadero destino como país. Sin miedo a los obstáculos, ni a la distancia que debamos recorrer. Con confianza, dueños de nuestro territorio, entreguemos nuestra pasión para conseguir un futuro que merezca la medalla de oro en libertad y desarrollo, con manos limpias y la verdad siempre por delante, luchemos incansablemente para ser Minda, Landázuri, Chocho, Antes y Tenorio. Festejaremos, entonces, un país único, que vive por y para sus habitantes, sin miedo y con convicción.