Esta semana el Presidente del Ecuador le dio la extremaunción a Unasur. Lenin Moreno anunció que pedirá la devolución de la fastuosa sede donada por el despilfarro del gobierno anterior al organismo multilateral que ya se debate en una larga agonía.
En abril Argentina, Brasil, Chile, Perú y Paraguay anunciaron su retiro temporal. El presidente electo de Colombia Iván Duque anunció el próximo retiro de su país.
Unasur nació en 2007, su acta constitutiva hubo de esperar desde 2008 en que se redactó hasta 2011 cuando entró en vigor. La idea era que la entidad sirviera de soporte a los esfuerzos integradores de Mercosur y la Comunidad Andina.
El antecedente nació en una cita presidencial en Cuzco pero tardó en cuajar y luego fue absorbida por los afanes de culto a la personalidad de líderes que le vieron como plataforma de lanzamiento de sus intereses, visiones personales.
Unasur tuvo en Quito una sede señorial, amplia, suficiente, se diría. Fue la residencia del expresidente Galo Plaza Lasso.
Luego se inauguró el elefante blanco junto al monumento en la Mitad del Mundo, y, para colmo con la estatua de Néstor Kirchner, político argentino de indudable liderazgo en sus país pero fundador de una saga familiar donde la ambición por el dinero y lucro terminaron por copar a su esposa y ex presidenta y a sus millonarios hijos. El monumento debiera ser devuelto tal vez para formar parte de los tantos que le erigieron con dinero del pueblo argentino; y la condecoración que le entregaron a la señora Cristina Fernández, en medio del boato y los discursos de un proyecto populista cuyas costuras y miserias se están haciendo públicas, retirado, si queda un ápice de rubor.
El Universo cuenta que Unasur tiene un déficit de más de USD 23 millones. El Ecuador del segundo festín petrolero obsequió un edificio que terminó costando más de USD 40 millones y está en acefalía. Pronto el mausoleo de la integración populista se destinará a la universidad indígena.