La magia de la tecnología comunicacional del internet y el interés en que vivimos por la política en estos días, que es dura, ofensiva, tosca entre adversarios políticos, me llevó a explorar en el pasado de nuestra cercana historia episodios que marcaron las campañas electorales en el Ecuador.
En Youtube, en blanco y negro, puede verse uno de ellos: el célebre debate en 1984 entre los expresidentes Rodrigo Borja y León Febres Cordero. La famosa confrontación verbal entre los dos, a la época candidatos a la presidencia de la República, que algunos dicen que fue la que definió el triunfo de Febres Cordero, tenía la fama de haber sido agresiva y hasta grosera entre estos políticos de fuste que dejaron una honda huella en la historia del Ecuador.
¿Cuál sería mi sorpresa?: constatar cómo, frente a frente, con convicción y firmeza, y por supuesto con amplios conocimientos y argumentaciones, los contendientes sostenían sus tesis contrapuestas. Cada uno con su estilo, Borja sereno, severo, sin alterarse, con amplia cultura y conocimiento de sus propuestas, respetuoso pero firme, respaldado en documentos que los mostraba a la cámara o que los leía para que no hubiera duda, respondía las preguntas al moderador y a las de su contendor. Febres Cordero, de su parte, impulsivo, igualmente firme, apasionado, con similar conocimiento de los asuntos que le interesaba resaltar, presentaba también hasta libros de Borja y de otros autores para, al igual que su contendiente, intentar hacer valer su posición. Diferentes concepciones políticas, económicas, sociales y de estilo. Discusión dura pero clarificadora de dos opciones políticas distintas, neoliberalismo y socialismo democrático, para que el electorado tome partido en la votación.
Este episodio, que se tenía como ejemplo de confrontación tosca en la política reciente, resulta cosa de niños frente a lo que vivimos en la actualidad. Los candidatos a las diferentes dignidades, con excepciones ventajosamente, aunque la mayoría simples aventureros, lanzan epítetos vulgares no solamente a sus adversarios personalmente, sino hacia partidos, movimientos y hasta ideas.
Se valen en internet de memes y otras herramientas tecnológicas para burlarse de manera casi obscena de los adversarios sin el menor pudor. Los troles hacen su agosto con falsedades (fake news les dicen), e improperios en busca de votos en un electorado mal informado y preocupado, por otras cosas, por su vida, su salud, su empleo, su seguridad; desarmado de criterios, con limitada capacidad de reflexión pues sus inquietudes están en la supervivencia y en su desconocimiento.
Difícilmente puede haber política seria de esta manera y en estas circunstancias. Se necesita un estadista y nos puede llegar un aventurero corrupto.