Si bien la mayoría de las restricciones son engorrosas, imprecisas, negativas, la restricción a la circulación vehicular por placas pares e impares es claramente positiva. La movilidad en la ciudad es un martirio para conductores, ciclistas, peatones. Circular, con grandes trancones, implicaba mucho tiempo y enorme costo económico, más que el de cualquier limitación actual. La pandemia obligó a una restricción mayor que el pico y placa para evitar la propagación del virus, y –no hay mal que por bien no venga- ha mejorado sustancialmente la movilidad. Quito, con casi 500.000 vehículos matriculados y casi 600.000 circulando a diario, es insostenible.
Los resultados de la restricción son positivos. Mientras el 21,6% de los ciudadanos se movilizan en vehículo particular y el 78% en transporte público, el vehículo particular ocupa el 83% del espacio público. Hay que atender prioritariamente al transporte público. Un trancón de tránsito de seis cuadras, usual en Quito, afecta a 200 vehículos, 100 por carril, con 240 personas adentro. En un solo bus articulado, que ahora circula más rápido, viajan esas 240 personas. Las mismas 240 personas en bicicleta ocupan en un carril cuatro cuadras. El 68% de los viajes son menores a cinco cuadras, distancia que fácilmente puede recorrerse a pie o en bicicleta: caminar dos kilómetros diarios reduce el riesgo de enfermedades cardiovasculares –primera causa nacional de fallecimientos- en un 66%. En Quito, los ciudadanos pierden en promedio 173 horas anuales por los trancones, 300 dólares por persona, que significan 300 millones de dólares anuales, costo irrecuperable.
El transporte público ha mejorado el tiempo de recorrido en el 25%, lo que beneficia al 78% de los ciudadanos que lo utilizan y disminuye así el riesgo de contagio. Cruzar los túneles de San Juan, San Roque y San Diego tomaba 38 minutos y ahora 13, en horas pico. Eficiencia y beneficio económico general. La contaminación ha disminuido notoriamente. Entre marzo y agosto, el dióxido de nitrógeno se redujo en 50% y los índices de monóxido de carbono, dióxido de azufre, particulado fino y grueso cumplen con las normas locales e internacionales, que estaban sobrepasadas. El ruido ha disminuido sensiblemente. Solo estas mejoras ya justifican la medida. La contaminación del aire, el tabaquismo y otros ataques a los pulmones favorecen el impacto del covid-19.
Si a estas buenas noticias añadimos que la movilidad mejorada disminuye el estrés, evita el mal genio y la violencia consiguiente, favorece la relación intrafamiliar e incrementa el rendimiento general de las personas, con el consiguiente beneficio económico, no hay como perderse tratando de regresar al sistema caótico que vivimos hasta marzo pasado. El Alcalde, que para salvar a Quito del caos, ha mantenido la medida sin ceder a las presiones que son incapaces de ver el interés general, merece respaldo.