“No hay mal que por bien no venga” dice el refrán popular. El Diccionario de la Lengua Española de la Academia de Madrid afirma que refrán es un dicho agudo y sentencioso de uso común.
El refrán recoge la sabiduría engendrada por la experiencia de siglos, lo que explica que haya refranes en apariencia contradictorios entre sí. Por ejemplo: “A quien madruga, Dios le ayuda” y “No por mucho madrugar amanece más temprano”. Ambos son prácticos y útiles en diversas circunstancias. Alaba el uno la diligencia; el otro, la prudencia de no andar cavilando sobre cambiar lo que moral o físicamente no es posible hacerlo. Convertir el amor al prójimo en odio nunca será moral. Anular la ley de la gravedad, sin que intervengan otras fuerzas, es imposible. Por tanto, la doble crisis que vivimos es para nuestro bien, lo que, cívicamente hablando, se resumiría en el propósito de construir un nuevo Ecuador, más modesto, más sencillo, más práctico, más justo, más alegre, y más amable.
Que instituciones públicas encargadas del cuidado de la salud y de la seguridad de quienes viven en este hermoso y trágico país, y no solo públicas sino también privadas, hayan negociado con la dignidad y el respeto de los muertos en la epidemia reinante es mezquino, miserable, indigno, torpe, algo de que no se puede hablar sin repugnancia u horror.
Esto nos lleva a que en lo futuro los miembros no profesionales de un ministerio de Salud, de una clínica privada, de una empresa de funerales deben seguir un curso de bioética, en grupo, con visitas comentadas, a cementerios, Solca, leprocomios, ancianatos, maternidades y a oír en común aquellos clásicos de la literatura como “La Peste” de Albert Camus o “El hombre en busca de sentido” del siquiatra austríaco Víctor Frankl, sobreviviente de un campo de concentración nazi. Lo peor para un ser humano es que lo malo, lo cruel, lo abominable se convierta en banal, trivial, sin interés.
Pasada la crisis, hay que ocuparse a fondo del Instituto de Seguridad Social, donde, según testigos autorizados, reina, con excepciones, un tráfico de dinero y de favores. Urge una ley para escrutar el IESS. Jesús expulsando a los mercaderes del Templo es el pie de la fotografía de nuestra protesta. Quienes administran nuestros ahorros deben ser personas pulcras, limpias, responsables, amables, diligentes. Todos, todas y no solamente un tanto por ciento. Para esto, además, reciben un salario, un sueldo, bonificaciones. Son tantos, ¡Dios mío!, pues si, en la pintoresca y amena cuidad de Puembo vivían en 2018 quince mil habitantes con cinco mil más de población flotante, había en el IESS, por agosto de 2019, treinta y seis mil novecientos setenta y nueve funcionarios entre personal de administración y operativo.
“El dinero es como los ratones, que, en oyendo ruido, se esconde”. “Dádivas quebrantan peñas”. “Cuando el bien pasa, mételo en casa”. Habrá más propuestas y protestas.