¡Quién lo hubiera dicho! En los años 80 y 90 el FMI era el ogro al que el Ecuador acudía con frecuencia, temeroso y sumiso, a pedir recursos para ajustar las cuentas fiscales que no cuadraban siempre condicionado a someter al país a políticas insensibles que imponían al pueblo a una penosa explotación. Resultaba bochornoso como misiones del FMI venían a Quito a “darnos redactando” las famosas y humillantes cartas de intención.
Pues ahora, y al César lo que es del César, el ministro Martínez y su equipo han conseguido USD 6.500 millones del FMI para reactivar la economía, tan golpeada por la pandemia, el derroche y la corrupción, para pagar deudas y conseguir algo de oxígeno al término de este Gobierno ausente y para el que venga a partir de mayo. Bien por el Ministro.
La experiencia parecería que ha sensibilizado al ogro y ahora, paradójicamente, lo que exige de los países que acuden a pedirle apoyo es precisamente lo que esos países deberían hacer. Al menos en nuestro caso, parecería ser que las condiciones del crédito son las mínimas indispensables que deberíamos cumplir sin que nadie nos pida: transparencia en la gestión pública, sostenibilidad fiscal y mantenimiento de la dolarización.
En esta cloaca de corrupción en que vivimos, ¿Cómo no va a ser necesaria la transparencia, una ley anticorrupción y la tan dilatada ley de extinción del dominio? Y todo esto el FMI exige que se haga hasta antes de fin de año “para proteger las arcas públicas, catalizar la inversión privada, promover la creación de empleo e impulsar el potencial crecimiento”. La transparencia incluye también cifras reales que el Estado debe proveer para saber exactamente a qué atenerse. La transparencia se extiende también a los procesos de contratación pública y a los datos de la deuda del Estado que no siempre han sido fiables.
En cuanto a la sostenibilidad fiscal el condicionamiento del FMI, no es tan urgente. El Ecuador deberá avanzar con una reforma tributaria progresiva y en medidas de ajuste al gasto público que no se si el Gobierno esté en capacidad de hacerlo.
El otro condicionamiento es que se fortalezca la dolarización, algo en lo que todo ecuatoriano parecería estar de acuerdo según las encuestas. El Gobierno deberá otorgarle autonomía al Banco Central los primeros meses del año que viene y promover las exportaciones y la inversión para captar dólares, única manera de mantener la dolarización.
¿Estará el Gobierno en capacidad de cumplir estos condicionamientos siendo tan débil, con un respaldo que no llega al 10%, en plena campaña y, sobre todo, sin apoyo en la Asamblea donde campea la corrupción y la mediocridad? Hay que estar conscientes que algunos de los requerimientos del FMI exigen modificar leyes que pasan por la Asamblea. Me temo que muchos legisladores no estén por la labor.