La triple crisis que vive el país en lo humanitario, económico y social ha obligado al presidente Moreno a enviar a la Asamblea el proyecto de Ley de Apoyo Humanitario, como alternativa para financiar los gastos incurridos con ocasión de la pandemia mortal inesperada y de consecuencias inconmensurables en el mundo y en el Ecuador.
Este proyecto contempla una serie de medidas económicas, sociales y laborales, como la contribución de un porcentaje sobre los ingresos de los trabajadores públicos y privados, la reducción de la remuneración de los funcionarios de la función ejecutiva y empresas públicas, una contribución por parte de las empresas, el retraso en el pago de pensiones escolares, el congelamiento del precio de los servicios básicos, la posibilidad de un acuerdo entre trabajadores y empleadores para mantener los puestos de trabajo a cambio de una reducción de la jornada de laboral, etc., todo con el fin de sostener el empleo e impulsar las actividades productivas, no logra en primera instancia, el apoyo de los diferentes sectores involucrados.
Ya varios asambleístas de diferentes tendencias se han pronunciado en contra, algunos líderes de partidos se empeñan en posturas propias, empresarios y sindicalistas ni aprueban ni apoyan la iniciativa, actitudes que hacen prever una situación de sombra para el Ecuador, por el contrario cuestionan el pago de intereses de la deuda externa que realizó el país, la disminución de sueldos de los funcionarios públicos y la proposición de una contribución empresarial. Por qué tanta mezquindad?, nos urgen recursos, es más, se debería pensar en la oportunidad de retirar los subsidios a los combustibles, como una medida urgente y focalizar esos recursos hacia la crisis.
Más allá de los errores cometidos por este y los anteriores gobiernos, que han generado y consolidado una estructura distorsionada y deficiente en la administración de los recursos públicos, es justo y necesario comprender que dada la magnitud de la crisis sanitaria, consecuencia directa del covid-19, corresponde tratarla como una emergencia y bajo ese concepto apoyar las acciones gubernamentales so pena de exponer al país a una hecatombe que termine en un colapso sin límites.
No pagar la deuda, no plantear acuerdos emergentes en lo laboral, no renunciar a una parte de los salarios solo complica la situación del país en lo externo e interno deteriorando sustantivamente las condiciones de nuestra gente y proyectando una imagen internacional negativa, como de hecho está ocurriendo, con posibilidades cada vez más escasas para conseguir el financiamiento que se requiere a fin de que la economía y la sociedad continúen caminando. Es preciso ceder posiciones no a favor del Gobierno sino del país para aplacar esta crisis que afecta sobre todo a las clases menos favorecidas.
No es hora de los reclamos, es hora del consenso, es hora del país, actuar de forma egoísta solo nos llevará al naufragio de todos. La crítica es importante, pero cuando no lleva soluciones concretas puede ser destructiva y mortal.