Indigna que en la crítica situación que vivimos, en que se juega la vida y la subsistencia de miles de personas, hayan corruptos que se aprovechen y roben y estafen y se enriquezcan. Merecen, metafóricamente, que les corten las manos. Que las indispensables mascarillas sirvan para que alguien las venda con sobreprecio y que alguien las compre así, es para rebelar al más tranquilo: corrupto el que compra y corrupto el que vende. Que el chantaje para el apoyo político haya devenido en el control de hospitales por desadaptados que al buscar enriquecimiento ilícito juegan con la vida de las personas – no solo con los afectados por el covid-19- es algo que hay que erradicar definitiva y drásticamente. Que mafias que se suponía desterradas y mafias nuevas, disfrazadas de políticos, envilezcan la representación pública, da asco, repugna.
La tragedia es que la corrupción es ya pandémica. Esos no son los únicos corruptos. Lo son los que fungiendo de líderes y redentores, envilecen la actividad política. ¿No son corruptos los que aprovechan la circunstancia de desesperación y rechazo que se va generalizando alrededor de los problemas sociales y económicos que se agravan a diario, para profundizar las diferencias y desestabilizar todo, buscando el caos?
En eso están los que buscan el colapso y la disolución nacional como única manera de salvar el pellejo. Difaman o ensalzan por igual, llenan las redes sociales de noticias falsas. Derrochan millones para provocar, sin disimulo alguno, la caída del Gobierno, dañan intencionalmente la imagen del país en el exterior, generan violencia, tratando de pescar a río revuelto. Este propósito, acolitado por dirigentes que, relacionados con poderosos intereses económicos, se presentan como defensores de los intereses populares oponiéndose a toda fórmula que permita conseguir los recursos indispensables para afrontar la crisis, ¿no es corrupción, tan o más dañina que la de los rateros que roban y trafican con la emergencia?.Defensores tradicionales de las grandes empresas, niegan ahora la posibilidad de que se mantengan empleos con reformas indispensables, por las que han abogado siempre. Con egoísmo, miopía e hipocresía se oponen a todo tipo de contribución, a la que están dispuestos los supuestos defendidos. Y, al mismo tiempo, buscan archivar la Ley que abre la posibilidad de obtener recursos externos. ¿No es corrupción tamaña irresponsabilidad?. Este juego de doble discurso e hipocresía, ¿no es corrupción? ¿Qué le espera al país con políticos sin escrúpulos pretendiendo dirigirlo?
Corruptos sin perdón los ladrones que trafican con la pandemia en las compras en los hospitales. Corruptos sin perdón los que trafican con el futuro del país. Corrupción pandémica y trágica la que el país afronta y a la que deben tomar cuentas, sin contemplación alguna, los ciudadanos.