Fue a comienzos de 1988. Estaba yo en Guayaquil en búsqueda de un candidato porteño que me acompañara en la fórmula electoral de los comicios presidenciales de ese año. Me alojaba en el Hotel Continental. Y recibí allí la llamada del Rector de la Escuela Politécnica del Litoral para decirme que un grupo de profesores de la institución quería reunirse conmigo a fin de tratar diversos asuntos públicos de importancia. Acepté con mucho agrado e interés la propuesta del Rector. Y los recibí en la azotea del edificio, donde había una preciosa vista de la ciudad de Guayaquil.
Allí nos reunimos.
Y quien se encargó de formular la exposición en nombre de la institución universitaria fue el Rector Luis Parodi. Lo escuché con atención. Hizo un planteamiento brillante, que me impresionó mucho. Empecé entonces a averiguar quién era Luis Parodi. Entre las consultas que hice, hablé con mi primo Germán Riofrío, quien era muy amigo suyo. Y me dió los mejores conceptos referentes a la inteligencia, cultura, honestidad y capacidad de trabajo del Ingeniero Parodi.
En eso coincidieron todos a quienes indagué en mis investigaciones posteriores. Y entonces decidí proponerle, en nombre y bajo autorización de la Izquierda Democrática, la candidatura vicepresidencial para las próximas elecciones nacionales.
El Ingeniero Parodi quedó sorprendido. Nunca había hecho política. Pero aceptó mi propuesta.
Y en el curso de la campaña electoral fui profundizando en el conocimiento de su inteligencia y cultura, unidas a su absoluta probidad. Emprendimos entonces una esforzada campaña electoral que nos llevó a todos los rincones de la geografía nacional.
Ganamos las elecciones. Y el 10 de agosto de 1988 Luis Parodi asumió la Vicepresidencia de la República.
Su desempeño en la función fue brillante. En el curso de los cuatro años de nuestro gobierno se convirtió en gran jurista, calificado economista, exitoso político, profundo internacionalista y eficiente gobernante.
Con gran penetración en los secretos de la revolución digital entró en el fascinante mundo de la informática, la telemática, la inteligencia artificial y los demás prodigios de la cibernética y contribuyó a la resolución de buena parte de los problemas económicos con que afrontamos el inicio de nuestra gestión gubernativa. Y la honestidad y pulcritud con que actuó fueron absolutas.
Su delicadeza era tan grande que —lo cuento como anécdota— cuando fui a España para acordar con el Presidente del Gobierno Felipe González un importante y conveniente préstamo para financiar el proyecto de agua potable y riego de Chone, durante mi ausencia de siete días Lucho Parodi asumió la Presidencia de la República, pero a pesar de mi insistencia, se negó terminantemente a ocupar mi oficina presidencial para despachar los asuntos públicos.