Los noticieros informan que el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, AMLO, está con Covid. Unos dicen que su malestar es leve. Otros que se toman precauciones, debido a antecedentes de salud del mandatario que, si no hay los cuidados debidos, podría ser fatal el desenlace.
Ante esto, es inevitable pensar que hace un año, cuando se esparcía la pandemia, salió AMLO, en tono bonachón, despreocupado y temerario, a subestimar la enfermedad. Sumó su voz a las de otros líderes mundiales, que asumiendo una postura negacionista, trataron al covid como “gripecita”. AMLO, viejo dirigente de izquierdas, se unió al coro de ultraderecha integrado por Trump y Bolsonaro.
Hoy Estados Unidos, Brasil y México ocupan los primeros lugares en el planeta, como los países que tienen mayor cantidad de muertos por la pandemia. EE.UU., 420 mil, Brasil, 217 mil, México 150 mil.
La subestimación del hecho por parte de esos presidentes, multiplicó los efectos de esta pandemia. Con esto se puede concluir, que igual de peligroso y fatal es el virus que un líder ignorante e insensible. Una pésima apreciación y decisión política es también una catástrofe para cualquier sociedad.
Una de las mayores cualidades de un líder debe ser la humidad y el sentido común. Un dirigente no solo debe tener la consciencia de su ignorancia y abrirse en todo el momento a los asesoramientos informados y científicos, pero cuidando de no ser títere de nadie. Debe tener el sentido de la oportunidad y valentía para tomar las decisiones a tiempo, por más complicadas que fueren. Una persona dogmática, arrogante, pusilánime, fantasiosa u oportunista jamás será un competente conductor.
Un buen líder sabe que cada uno de sus actos son replicables en la coyuntura o en el futuro. Es un pedagogo, un maestro, cuyo ejemplo será emulado por millones que le observan y le siguen. Especialmente por los niños, niñas y jóvenes.
Una metedura de pata, como la de AMLO, en pleno desarrollo de la pandemia, relajó la actitud frente a la enfermedad de millones de mexicanos, algunos de los cuales hoy están en la tumba. Lo mismo pasó en el Ecuador. ¿Pesarán todas estas muertes en la consciencia de esas autoridades?
Un líder es un ser humano sujeto a errores, sin embargo tiene la obligación de reconocerlos para avanzar. Por eso un prepotente, es un peligro en la silla presidencial. Silla que en democracia debe representar el bien común. No un interés particular o de grupo.
Estamos a las puertas de elegir a nuestros próximos mandatarios por lo que escoger a la persona adecuada para encabezar el país en momentos tan delicados es de vida o muerte. Tal líder, a más de lo señalado, debe exhibir a los cuatro vientos su honestidad, capacidad e ideas, y sobre todo su templanza, madurez y visión estratégica para sacar al Ecuador de la bancarrota. Y mostrarnos el equipo con quien gobernará.