El coronavirus encontró un mundo poco preparado para enfrentarlo y con dificultades para coordinar la acción de los Estados para combatirlo. Muchas de las amenazas que agobian al mundo pueden ser evitadas mediante soluciones globales, pero el debilitamiento del multilateralismo a nivel mundial se ha convertido en el principal escollo y la pandemia continuará poniendo en peligro al mundo entero.
La crisis humanitaria reclama nuevas ideas en torno al papel de la integración latinoamericana en la sociedad afectada por la covid-19 y sus múltiples efectos inmediatos y mediatos, tal el caso de los derivados del cambio climático o del agotamiento de los recursos naturales. La región –y el mundo entero- vive un real drama. El objetivo por evitar que los contagios no colapsen los sistemas de salud tiene un costo social y económico muy alto, que solamente con un plan de cooperación global de reconstrucción se podría recuperar, aunque no en el corto plazo. Pero los Estados no pueden asumir esos costos y cualquiera que sea la respuesta -más impuestos, más emisión, más deuda- significará un cambio de modelo en el cual la opción más probable es la profundización de las políticas orientadas hacia la demanda del mercado interno.
La integración latinoamericana debe evaluar el nuevo contexto internacional y adoptar cambios sustanciales e incorporar mecanismos no convencionales. Cualquier esfuerzo para mejorar el intercambio comercial no tendrá futuro si no se resuelven los problemas de base: la pobreza, el desempleo, débiles aparatos productivos.
Reorientar la integración hacia mecanismos de cooperación en búsqueda de soluciones conjuntas a los problemas sociales es indispensable. Son temas que deben entrar en la reflexión de la integración latinoamericana para definir una estrategia que legitime sus objetivos innatos, relacionados con el logro del desarrollo económico y social de la región.
Si bien la institucionalidad de la integración, en todos los esquemas subregionales, no permite una reorientación de los compromisos suscritos, que tienen relación con el logro de mejores posiciones de los países en el contexto del comercio internacional, -competitividad, mercados ampliados, uniones aduaneras-, es posible encontrar acuerdos prácticos que se transformen en políticas para obtener beneficios conjuntos para la región. Para ello se necesitan liderazgos fuertes y visionarios que miren el futuro de la región y perciban las posibilidades de superar las condiciones limitantes del entorno mundial, con nuevas características de la geopolítica mundial.
La cooperación mutua en la lucha contra la pobreza, o para mejorar los sistemas sanitarios de los países, en fin, una acción conjunta basada en el interés común para replantear las posiciones frente a la deuda externa, pueden ser temas objeto de esfuerzos regionales para asumir el reto de mejorar las condiciones de vida de los latinoamericanos.