La pandemia, con sus mortíferas alas extendidas sobrevoló durante el año 2020 nuestras vidas. A pesar de cuarentenas y distancias sociales, tuvimos que acompañar a mucha gente y repartir pan y esperanza. Pudimos palpar la pobreza de muchas familias que, al amparo de la Navidad, sintieron con mayor fuerza y sentimiento sus carencias. Apagadas las luces de la ilusión, quedan la fe, el realismo y la vuelta a lo cotidiano. Seguimos, mal que nos pese, con el covid planeando sobre nuestras cabezas, enfrentados a unas elecciones inciertas y a un empobrecimiento galopante.
Personalmente, por la parte que me toca desde mi especial atalaya de Cáritas, he experimentado, sobre todo en este tiempo navideño, el ejercicio espléndido de la caridad, de la solidaridad humana. ¡Gracias a cuantos en este tiempo de contradicciones han abierto la mano y las entrañas! Pero, ni siquiera el panettone ha podido endulzar la terrible sensación que he tenido del naufragio de tanta gente a la que habrá que seguir ayudando mientras el covid reine y la economía no se recomponga.
Nuestro pueblo humilde vive en una situación tan precaria que el tema económico, incluido el endeudamiento, el gasto público, el despilfarro y la corrupción se convierten en temas prioritarios si queremos sacar adelante a nuestro pueblo.
A nuestros candidatos me gustaría decirles algo sobre la ética, fundamental en la vida económica. Antes que una ley, la ética tiene que ser una virtud, algo interiorizado, muy metido en los entresijos de la conciencia y del corazón. Si la ética es sólo una ley, fácilmente consistirá en que no te pillen y, hecha la ley, hecha la trampa. Se trata de que el sistema económico entero esté al servicio de las personas. No es sólo cuestión de cumplir la ley existente, sino de aclarar bien las razones que nos exigen ser simplemente éticos y morales. Hoy, tristemente, el dinero tiene prioridad sobre las personas, así el mercado no atiende necesidades, sino demandas y, aunque las personas se nos pierdan por el camino, lo importante es que el mercado siga en pie (algo de esto hemos experimentado a lo largo de la pandemia).
Vienen a mi cabeza las palabras del Papa Francisco en el Congreso de los Estados Unidos: “Tenemos la libertad necesaria para limitar y dirigir la tecnología, para diseñar formas inteligentes de desarrollar y limitar nuestro poder; y para poner todo al servicio de otro tipo de progreso más sano, más humano, más social, más integral”. Quizá muchos de nuestros políticos y economistas piensen que cuando el mercado da ganancias no tiene mucho sentido limitarlo, que conviene meter la cuchara hasta el fondo del plato.
Salir de esta agobiante pobreza, del desempleo y de la inequidad, de la injusticia que impregna a nuestra patria es una tarea urgente, algo que nuestros candidatos deberían de tener muy en cuenta. Por ello, ¡feliz Año 2021 justo!