El pasado domingo se acaba de realizar el debate entre los candidatos a la presidencia de la República, Andrés Arauz, de la alianza UNES y el candidato del PSC-CREO, Guillermo Lasso.
A más del esfuerzo que en esta ocasión hizo el Consejo Nacional Electoral (CNE) por mejorar la calidad del debate, el formato propuesto no terminó de cuajar.
A más de ser confuso y enredado (el formato), el papel del moderador fue inoficioso. En lugar de tener a una o un periodista que pueda interrumpir y repreguntar cuando fuese necesario, el papel de la moderadora se concretó a leer de manera mecánica las preguntas que había en cinco sobres y en otorgar la palabra a los candidatos. Preguntas que, valga la pena mencionar, estuvieron mal formuladas al ser muy extensas e incluir dentro muchos temas.
Se abordaron ciertos aspectos que no fueron tratados en los debates de la primera vuelta: a más de economía y salud, ahora se dio cabida a los ejes de institucionalidad y democracia, educación y acceso a internet, así como relaciones internacionales. Sin embargo, quedaron varias problemáticas sin tratar y nuevamente no se pudo profundizar en los mecanismos, los recursos financieros y los canales institucionales para solucionar los problemas existentes.
Los debates, por lo general, deberían permitir la exposición de ideas, visiones, propuestas de política pública, estrategias y medios sobre temas que tienen un peso relevante en la futura gestión de gobierno. Muchas veces, en el afán de llegar al electorado y conquistar su voto, se enredan en agresiones verbales y discusiones intrascendentes.
En esta ocasión no escuchamos nada nuevo. Arauz tildó a su oponente de responsable del feriado bancario. Lasso, a su vez, calificó a Arauz de mentiroso. Más allá de mencionar al apuro lo que harán, considero que ninguno de los dos dio motivos de peso para que los votantes de Xavier Hervas (de Izquierda Democrática) y de Yaku Pérez (de Pachakutik) voten por ellos. El nulo comienza a ser una opción frente a la debilidad de las candidaturas y a la pobreza de las propuestas. Esto favorece al candidato del correísmo.
El debate entonces resultó ser fofo, desabrido, poco interesante… Como un partido de fútbol con equipos que se disputan el último puesto o, en términos taurinos, con toreros que “les falta oficio” y que no se la juegan cuando salen al ruedo toros serios, bravos… Es decir, el debate fue entre dos candidatos que no merecen ser finalistas.
¿Quién ganó el debate? Ninguno. Permítanme, antes de terminar, una ligera digresión. Creo que los perdedores de la noche también fueron los periodistas que participaron luego en el programa televisivo Hora 25. Andrés Carrión y Jorge Ortiz no pudieron ser más sesgados y parcializados. Eso no es periodismo. Tampoco análisis ponderado de temas.
En este escenario, parece que electorado está cada vez más confundido. Terrible cuando nos jugamos en esta elección el futuro del país y de la democracia.