Se trata de otra enfermedad propia de los animales que ha terminado por contagiar a las personas. Pero tal pareciera que -con el perdón de los animales- la presencia de esta zoonosis nos ha quitado la racionalidad, la conciencia, la civilidad. Se dirá que así ha sido siempre; que el ser humano, frente a las tragedias, saca a relucir su instinto de sobrevivencia.
Sin embargo, se supone que vivimos en la mejor época, pues tenemos el menor número de muertes por pestes o guerras; contamos con una conectividad tecnológica y de transporte antes ni siquiera soñada; los avances en la medicina incluso nos ponen a discutir qué impacto tendrá en la economía global la sobrevida de una buena parte de la población.
Pero a la vez vivimos una gran inequidad entre seres humanos, y entre estos y la naturaleza. El empleo formal como se conoció hasta hace poco se está extinguiendo y hay un gran ejército de jóvenes que no se dedica ni a trabajar ni a estudiar. El emprendimiento a veces es un eufemismo para describir el subempleo puro y duro. La gente no quiere vivir así y milita contra el cambio climático.
El covid-19 pone a prueba los avances científicos y la globalización, pero sobre todo al ser humano; no solo su hedonismo y su egoísmo sino su manera de organizarse como sociedad. No queremos reglas, nos preocupamos solamente por nosotros al acaparar irracionalmente los productos ,sin que importen las consecuencias para los otros.
Hay muchos debates éticos en estos días. En Italia, ante el recrudecimiento de la epidemia, la decisión es optar por los menos vulnerables. China, donde se originó este nuevo tipo de coronavirus, se siente tranquila después de controlarlo a rajatabla, mientras algunos líderes mundiales mesiánicos ni siquiera quieren someterse a las pruebas y algunas religiones llaman a orar masivamente para salvar al mundo de la epidemia…
En Francia, el presidente Macron, al anunciar la peor crisis de salud en 100 años, ha defendido la necesidad de un sistema público de salud. Alemania y otros países han aprovechado la crisis para poner en cuestión la organización político-administrativa. En el caso alemán, dice Angela Merkel, el federalismo desacompasó las acciones.
Y en nuestro pequeño país la irracionalidad, la falta de liderazgo y las ansias de figuración, hacen que las cosas no vayan bien. Estamos perdiendo tiempo valioso al no dictar y seguir las reglas en un momento crucial. El adelantamiento de anuncios por parte del Alcalde de Quito y el aplazamiento de estos por parte del Gobierno, como siguió sucediendo ayer, no nos conduce a nada.
Ojalá se encuentre rápidamente la vacuna, pero lo más importante es que saquemos las lecciones adecuadas de este empujón que el covid-19 está dando a un mundo que venía cambiando poco a poco, pero para siempre.