El asalto al Capitolio debe calificarse como lo que realmente fue: un intento de golpe de Estado. No prosperó, porque el vicepresidente, los senadores y representantes en su gran mayoría, demócratas y republicanos, cumplieron lo que ordena la Constitución de los Estados Unidos: proclamar y reconocer la elección del presidente Biden.
Esa Constitución es un documento fundamental en la historia del derecho, de la política, de la democracia. Vale la pena repasar algunas de sus características y contenido.
Aprobada en 1787, es la constitución escrita más antigua del mundo. (Y hay que hacer la salvedad, porque en Inglaterra los fundamentos constitucionales pueden remontarse a la Carta Magna de 1215, aunque nunca en ese país se ha escrito un texto constitucional).
Pero, además, para bochorno de constituciones desmesuradas, originalmente solo constaba de siete artículos. Y en el curso de los doscientos treinta y tres años de su vigencia, ha recibido veinte y siete enmiendas, la última en 1992. Para tantos años, son muy pocas. Hay una razón: para reformar la Constitución, se debe cumplir un procedimiento tan complejo, que la gran mayoría de propuestas no pasa ni siquiera la primera barrera, la aprobación por el Congreso, antes de pasar a la aprobación por los estados. La última vez que el Congreso aprobó una reforma fue en 1978, pero no fue aprobada por los estados.
Las diez primeras enmiendas se expidieron muy pronto, en 1791. Se la considera la Carta de Derechos de los Estados Unidos, pues en ellas se consagran las libertades de culto, de expresión, de asociación, las garantías procesales y otras más.
La Enmienda XIII de 1865 eliminó la esclavitud; la Enmienda XXIV de 1964 estableció el sufragio universal. Son muy singulares las Enmiendas XVIII de 1919 y XXI de 1933, pues la primera estableció la prohibición de bebidas alcohólicas y la segunda dejó sin efecto la prohibición.
En el ámbito del Derecho Constitucional, aporta con dos temas capitales. El sistema federal y la separación de poderes.
El federalismo nació como una transacción entre la aspiración de los estados a mantener su autonomía y la necesidad de la unión para asegurar la independencia y la prosperidad.
La separación de poderes, en la clásica formulación de Montesquieu, está en la esencia de la democracia norteamericana.
El Congreso y el Presidente tienen la legitimidad de su origen electoral, aunque en el caso del presidente se mantiene el arcaico sistema que es una secuela del federalismo; y la Corte Suprema se legitima por originarse en los otros poderes, pero, además, cumple el rol fundamental del control de la Constitución. La teoría de los pesos y contrapesos asegura el equilibrio y mutua vigilancia de los poderes.
A lo largo de los siglos han surgido problemas y se han cometido muchos errores. Tal vez el peor de la historia ha sido la elección de Trump; pero es el respeto a la Constitución lo que ha permitido el mantenimiento de la democracia.