Lo único constante en el mundo es el cambio y la pandemia planetaria nos empujó a caminos insospechados. El mundo ya sufría mutaciones aceleradas con el modelo con el cual diseñamos hoteles, parques, paquetes, transportes, etc.; que distorsionaban las vidas citadinas, por la intensidad de la movilidad humana que superó el concepto de “turismo”.
El virus no hizo sino alertarnos que los cambios evaden la voluntad humana, incluso de los supremos turoperadores que tenían a la población mundial en la palma de sus manos. Varios de estos gigantes han sido eliminados por el virus. El hotel de ciudad fue reemplazado por departamentos familiares; el guía especializado, quedó arcaico ante los mapas virtuales; y las leyes de toda nación fueron rebasadas por tendencias inyectadas en nuestras retinas. La burbuja implosionó.
Pero hay elementos no reemplazables: la naturaleza, los ríos, las cascadas, el aire puro, el espíritu de servicio, los sabores locales; y en este contexto de distanciamiento y sanación emocional, lo rural ahora juega un factor fundamental para recuperar viajeros, clasificados en función de sus formas de entender la vida.
Los burócratas del Ministerio de Turismo y de los GAD; insisten en usar el mismo video retocado, la foto saturada y la perorata dudosa, que no convocó antes de la pandemia y menos ahora con gente urgida por viajar a la naturaleza con seguridad y la certeza de que lo que van a encontrar: es autóctono, veraz. La post pandemia no existe, el virus llegó a hacerle trío a la corrupción e ineptitud pública.
El nuevo modelo de turismo se basa en un diferente patrón económico local. Cada municipio o provincia deben repensarse como mini repúblicas, que cuidan que sus egresos sean menores a sus ingresos. Una balanza de pagos positiva sustentada en incentivos y regulaciones, hará que los productos de la región, reemplacen a los “importados” de otras; re circulando el dinero y mejorando la economía de las familias locales.
Llegar a una ciudad lejana e ingerir los mismos alimentos, bebidas, embutidos y lácteos, ya era aburrido; degustar productos locales primarios, no transportables, era frustrante y una pérdida económica para los residentes.
Es preciso capacitar a las poblaciones en el procesamiento de sus productos rurales y llenar la cadena productiva que, en la mayoría de cantones -por ejemplo- va del tomate fresco que perece mañana, al enlatado importado; dejando de procesar opciones intermedias como salsas, pastas, deshidratados, avinagrados; para consumo del barrio y la provincia. El Ministerio de Salud y el SRI deben dejar de asustar con tanto requisito, gravamen e impuesto a cambio de nada.
Algunos GAD pueden crear un nuevo turismo sustentado en economías locales exitosas, con una ruralidad incluyente: indígenas, campesinos, empresarios; y una oferta de productos y procesos, donde el bienestar del residente sea la alegría y la vivencia del visitante.