El gobierno de México, asumido en diciembre, dice encarnar un cambio revolucionario y de izquierda, pero sus actos exhiben conservadurismo moral, concentración de poder, sometimiento a Washington, improvisación y políticas públicas reñidas con el progresismo.
Su líder, el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO), no se cansa de repetir que comanda un cambio de régimen, la “Cuarta Transformación”. Reitera que está haciendo historia y que por eso desmontó privilegios y altos sueldos del sector público, lanzó programas sociales millonarios y declaró una cruzada contra la corrupción. Pero tales palabras y actos, no alcanzan.
Datos y hechos: incremento histórico de violencia delincuencial, desempleo al alza, crecimiento económico a la baja, regresión en políticas ambientales y derechos humanos, desmantelamiento de programas sociales exitosos, sumisión a exigencias de Washington y aversión a los contrapesos institucionales, a la prensa y a las voces críticas. En la calle y en las redes sociales se populariza la frase de que México no vive la Cuarta Transformación, sino una “transformación de cuarta”. En seis meses de gestión, el apoyo a AMLO bajó, según encuestas, de 82 a 66 %, mientras el rechazo subió de 16 a 32%. El apoyo se mantiene alto, pero va en declive.
“Se han tomado decisiones de política pública sin el suficiente sustento”, señaló en su renuncia el secretario de Hacienda, Carlos Urzúa, el 9 de julio,dijo que las acciones oficiales no parten de evidencias.
Sin mostrar estudios y contrariando análisis e informes, AMLO decidió parar la construcción de un aeropuerto internacional que llevaba más de 30 % de avance y estaba financiado, para anunciar la edificación de otro. Además, ordenó la construcción de una refinería y de un tren en la península de Yucatán. Las tres obras erizan la piel de ambientalistas y economistas, pues no cumplen estándares mínimos.
En derechos humanos, por primera vez en décadas, el gobierno rechazó pedidos de la local Comisión de DD.HH. e incluso la tildó de hipócrita y sin autoridad moral. Esa entidad pidió reabrir las estancias infantiles para hijos de mujeres trabajadoras. La autoridad prefiere dar subsidios directos a las familias y que decidan ellas si pagan el cuidado de los hijos o los dejan en casa con quien deseen. Algo similar pasó con los lugares para mujeres violentadas.
Como nunca en la era moderna, iglesias conservadoras son invitadas a actos de gobierno y difunden una cartilla moral oficial sobre ética y comportamiento ciudadano.
En política migratoria, el gobierno cedió ante Washington tras ser amenazado con aranceles. El país desplegó a miles de policías y soldados para detener y perseguir el paso de migrantes hacia EE.UU.
Si a pesar de lo visto, se mantiene la tesis de que México vive una transformación de izquierda, habría que redefinir entonces qué es izquierda.