La actual Asamblea Nacional está en camino de convertirse en una de las peores que hemos tenido en los últimos años. La falta de preparación, el sesgo ideológico, la carencia de principios y el desinterés por los grandes problemas que tiene el Ecuador, los cuales son una característica en la mayoría de sus miembros, comienza a acentuarse a medida que pasan los meses. Eso se ha podido apreciar en el tratamiento de la reforma tributaria, la cual no fue ni aprobada ni archivada. Pasó intacta, con todos sus errores, por el ministerio de la Ley.
Y es que este proyecto de ley, aunque es clave para mejorar los ingresos fiscales y mantener el acuerdo con el FMI, no necesariamente va a contribuir a la reactivación económica del país. De ahí que se incorporaron 18 cambios en la Comisión de Desarrollo Económico. Los más polémicos tienen que ver con el incremento del impuesto a la renta y la reducción de la deducción de gastos de las personas naturales, la contribución temporal al patrimonio tanto de personas como de empresas, así cambios sustanciales en el área petrolera como es la delegación de campos petroleros operados por el Estado a empresas privadas, entre otros.
No obstante, en lugar de primar el interés del país y de sus ciudadanos, los legisladores priorizaron sus aspiraciones e intereses estrictamente personales. Puntos claves y neurálgicos del proyecto de ley fueron tomados por ciertas bancadas para negociar.
Es cierto que este proyecto de ley podría haber sido archivado si no se hubiese abstenido el bloque del correísmo. Pero también es cierto que hubo la posibilidad de evitar que pase por el ministerio de la Ley, aprobando el Informe de Mayoría, presentado por el asambleísta Francisco Jiménez. Ahí se abstuvo la Izquierda Democrática y una parte de Pachakutik. Así que no se puede endilgar toda la culpa a UNES por un supuesto acuerdo tras bastidores con el gobierno. Todos han sido igualmente responsables de no haber tratado un proyecto de ley tan delicado con suficiente altura, solvencia y seriedad.
Lo que sí preocupa de la actual Asamblea Nacional es lo que acaba de mencionar el asambleísta Fernando Villavicencio: “el gobierno fue sometido a chantajes por parte de varios legisladores y bloques para comprometer su voto. Desde el correísmo se pidió desde el cambio de cárcel para Jorge Glas, Alexis Mera… y de otros sectores hicieron pedidos de pedazos del pastel del sector eléctrico, petrolero, minería, instituciones en provincias, etc.”.
En consecuencia, la reforma tributaria no recibió el tratamiento adecuado en la Asamblea Nacional y pasó por el ministerio de la ley porque primaron los intereses personales de ciertos legisladores y también porque el Gobierno no cedió a los chantajes.
La Asamblea sigue enredada en casos de corrupción y no es capaz de autodepurarse. El Comité de Ética no sirve para nada. Si actuara en realidad, nos quedaríamos sin representantes. Eso es lo que tenemos. Una Asamblea de vergüenza, impresentable.