Había pensado agregar esta página a mis reflexiones sobre la condición humana en esta época dominada por la tecnología y la codicia, pero la aparición del primer volumen de las Obras Escogidas de Aurelio Espinosa Pólit, S.J., me obliga a modificar mi programa, no solo porque es imposible callar ante la obra del ilustre humanista, que integra ya nuestro acervo patrimonial, sino porque la dedicación de Gustavo Salazar Calle como editor de la obra, así como el esfuerzo del Mtr. Santiago Vizcaíno Armijos, inteligente director del Centro de Publicaciones de la Pontificia Universidad Católica, merecen un aplauso que nadie tiene el derecho de negar.
Este primer volumen de la obra del Padre Aurelio contiene, en dos tomos cuidadosamente diseñados por Carlos Reyes Ignatov, todo el teatro de Sófocles traducido al castellano directamente del griego, y en verso que tiene la virtud de conservar el metro original y su ritmo poético. En una palabra: se trata de la aparición de una joya de la cultura universal, sabiamente apropiada por ese humanista ejemplar que fue el fundador de la Universidad Católica.
Dije que la aparición de esta obra me ha obligado a modificar mi programa, pero si lo pienso bien, no he tenido razón al decirlo. El teatro de Sófocles no es solamente un conjunto de obras de valor excepcional desde el punto de vista de su riqueza literaria: es también un documento humano de importancia capital. Su lectura es hoy, como lo fue ayer, un ejercicio de meditación sobre la grandeza y la miseria de la condición humana. Todas las pasiones y las virtudes de nuestra especie se encuentran allí expresadas, y nos recuerdan que el ser humano, por debajo de las mutaciones que el tiempo imprime en su vivir, es siempre uno y el mismo. Sartre afirmaba que el ser humano se hace a sí mismo con sus propias decisiones y sus actos, y concluía que no hay una esencia humana inmutable. Quien lee a Sófocles quizá se sienta movido a pensar que Sartre extraía una conclusión equivocada de una premisa verdadera. Lo que cada uno hace con sus propias decisiones es solo la manera particular de realizar una esencia universal. Quizá Pascal haya estado más cerca de la verdad al considerar que “el hombre no es ángel ni bestia”, pero Sófocles lo supo mucho antes.
Toda palabra será pobre para ponderar el valor del trabajo desplegado por Aurelio Espinosa Pólit para ofrecer a todos los hispanohablantes del mundo, la riqueza de los clásicos envuelta en el aroma de su propia poesía. Cabe discutir, por supuesto, en qué medida los lectores de hoy pueden disfrutar de ese aroma. Para muchos sería más valioso verter la riqueza de los cásicos en la lengua que hoy es más accesible a los lectores, y sobre todo a los jóvenes. Para algunos sería incluso muy deseable que la tragedia se convirtiera en narrativa. Pero cualquiera que sea la opinión al respecto, nadie podrá negar al Padre Aurelio el lugar que ya tiene en la cultura ecuatoriana.