La ciudad está llena de gestos artísticos, de obras que dialogan sobre las más disímiles problemáticas por las cuales estamos atravesando. Las muestras independientes que se han tomado la urbe, resultan un gran termómetro del acontecer del arte contemporáneo en Ecuador. Tanto los artistas emergentes representados, como los de carrera, así como curadores de largo aliento, han creado itinerarios muy variados, la mayoría en contestación con las problemáticas planteadas por la XV Bienal de Cuenca y el Bioceno.
En una de las muestras bellamente montada en una casa-masía catalana donde se instalara la primera cervecería, denominada el Museo de los Metales, Paulina Leónpropone la necesidad de crear un “jardín nuestro”, donde dialoguen las colectividades humanas y no humanas; donde lo vegetal cobre centro reconociendo la ingeniería y geometría de las plantas, como sugiere Pamela Suasti; que miremos de cerca nuestros propios órganos internos como inductores de experiencias subjetivas que digieren o excretan significados, comenta Martina Miño, con su Insula, lengua y garganta enorme, plastificada que vierte un aceite olfativo; o la obra de Polett Zapata con sus mujeres-cabezas de plantas medicinales, que no deja de ser una mordaz crítica a la mercantilización de la salud por parte de las farmacéuticas y un reconocimiento a las sabias yerbateras.
Si de reminiscencias se trata, la extraordinaria obra de Leandro Pesántez dispuesta en Museomático –“Los huesos del universo”- nos lleva a una nueva vertiente de pintura y escultura simbolistas, de paisajes de ensoñación donde caben los recuerdos vagos de culturas ancestrales, donde el misterio, lo oculto, la cábala, juegan con la exploración de montañas inverosímiles, imágenes que nos permiten construir todo tipo de relatos e interpretaciones múltiples. Una obra que atrapa imanándonos a su paso con sus grandes fabulaciones. Una vez más Kronfle, con su fina mirada e intensa capacidad de reflexión, des oculta talentos.
Caminar por otro lugar atractivísimo, el Museo Universitario, y encontrar el trabajo de cinco mujeres de Cuenca –“El agria avidez de las raíces”, curada por Gabriela Moyano- que recurren a sus historias de vida e intimidad para convertirlas en palimpsestos de la humanidad toda. Amaranta Peña construye el mismo soporte, papel de mora, realiza sus propios pigmentos, observa la geometría sagrada de las formas en un universo doble, el de ella, el de fuera.
Extraordinaria apuesta. Marinés Cardoso usando su propio cuerpo nos comparte la locura/la cordura con un video de mujer insuflada por el espasmo; su libro abierto de artista que se pregunta dolorosamente por la maternidad, por la cultura tradicional que reclama roles, por el tiempo que pasa…