El Gobierno debe plantearse una valoración ágil y objetiva de hacia dónde quiere dirigir su política exterior, de acceso a nuevos mercados, de captación de inversiones y transferencia tecnológica. Debe evaluar diligentemente los mecanismos de integración más adecuados para concentrar sus esfuerzos y recursos en lograr relaciones internacionales que sirvan para mejorar la calidad de vida de sus habitantes, aspecto fundamental en donde radica la legitimidad de las acciones del poder público.
La Unión de Naciones Suramericanas- Unasur-, ha quedado en acefalía. Sus miembros no han podido designar al Secretario General durante un año. El retiro temporal de Argentina, Brasil, Chile, Perú, Colombia y Paraguay es una clara señal de que aquellos países no quieren perder tiempo ni recursos en un proyecto de integración que está estancado, donde su mecanismo de toma de decisiones permanece secuestrado por posturas que privilegian la ideología al pragmatismo.
La permanencia de Ecuador durante 9 años en la Alianza Bolivariana para los Pueblos de América- ALBA- no ha traído ningún beneficio tangible para el país en materia económica, política, social o cultural. No ha habido ninguna contribución a la generación de nuevas plazas de empleo. Por el contrario, sus socios fundadores -Cuba y Venezuela- son países severamente cuestionados por su violación sistemática a los principios democráticos y de derechos humanos.
Por otro lado, sorprende que el Gobierno nacional, luego de casi un año en funciones, continúe analizando y sin decidir el ingreso del Ecuador a la Alianza del Pacífico, que constituye el destino del 40% de inversión extranjera que llega a América Latina y el 55% del comercio exterior de la región. El país necesita aliados en una visión estratégica de acercamiento comercial entre Asia y el Pacífico. A partir de junio, Canadá, Nueva Zelanda, Australia y Singapur serán oficialmente estados asociados de la Alianza, constituyéndose una fuente adicional de atracción de inversión y apertura de mercados.
Las relaciones exteriores del país deben constituirse en un instrumento de desarrollo social y económico. La falta de claridad y lentitud en tomar definiciones en materia de política internacional resta grandes oportunidades de crecimiento a los empresarios locales, afecta a la imagen del país y a la percepción de los agentes económicos internacionales. El Presidente Moreno debe refrescar sus políticas de relaciones externas, y con ello también a quien las ejecuta desde el Ministerio de Relaciones Exteriores.
Se necesitan aires nuevos, visiones renovadas, que impriman pragmatismo, alejados de pujas ideológicas que llevaron al fracaso a procesos como la Unasur y ALBA, que solamente sirvieron para constatar lo que no funciona ni debe repetirse en el futuro.