El 10 de agosto de 1809, día en el que conmemoramos nuestro pronunciamiento por la independencia, también debería ser recordado en uno de los capítulos de “La historia del libro en el espacio ecuatoriano”. Empeño, debería ser, de los historiadores de oficio. Por mi parte he contribuido a desarrollar tal tema en la Presentación del No. 1 de la Colección Bibliográfica Científica Ecuatoriana (Ed. CCE, Quito, 1995).
Las bibliotecas en humanidades y en ciencias que los jesuitas mantenían en Quito, actualizados y, entre otras la del Obispo Cuero y Caicedo y la de los Maldonado en Colta, suponían una voluntad de hierro para que llegaran a nuestros confines libros y boletines procedentes de Europa, especialmente de Francia que en cuanto a ciencias, con los enciclopedistas, estaba a la cabeza del mundo civilizado. Con los libros llegaban las ideas y los conocimientos científicos que se iban produciendo en el Siglo de las Luces, el XVIII, el de la Ilustración. Con tales armas la civilización fue imponiéndose a la barbarie.
En aquella epopeya a la Compañía de Jesús le correspondió un papel decisivo. Para que el hombre de América llegara a la Historia era menester que supiera leer y escribir, hiciera suya la escritura alfabética, elemento tecnológico con el que el hombre es capaz de neutralizar la finitud de la vida. En opinión de Francisco Fierro-Renoy (Eugenio Espejo: su época y su pensamiento. UASB, Quito, 2008, pp. 303-321) fueron los jesuitas quiteños quienes crearon el primer sistema nacional de educación en América. Como los jesuitas nacidos en La Audiencia de Quito eran hombres de lecturas, y en varios idiomas, sacudidos de complejos, se les ve cuestionando saberes escolásticos que no admitían dudas, pues se apoyaban en lo que dice la Biblia: que la tierra era el centro del universo y éste giraba alrededor de nuestro planeta. En la Universidad de San Gregorio de Quito las teorías de Copérnico y Galileo eran las aceptadas, al igual que en España por hombres singulares como el benedictino P. Feijoo.
Utilizar los portentosos artilugios científicos, pasión de los jesuitas quiteños. Alborozado el P. Juan Bautista Aguirre, dio cuenta a los ilustrados de la ciudad que le había llegado el microscopio más moderno fabricado por John Cuff. Sin duda alguna, el Dr. Espejo, precursor de la Microbiología, debió estar al tanto de los prodigiosos alcances de tal microscopio.
Tiene relación con el 10 de agosto de 1809. Juan de Velasco, nacido en Riobamba en 1727, autor de la “Historia Antigua del Reino de Quito”, y Francisco Xavier Clavigero, nacido en Veracruz en 1731, autor de la “Historia antigua de México”. Estas obras fueron dedicadas a sus patrias y a sus naciones. Con ellos se inicia la literatura nacionalista en Hispanoamérica. Los jesuitas fueron expulsados en 1767.