Fue Marco Tulio Cicerón quien dio a esta palabra -cuyo significado etimológico y original estaba ligado al cultivo de la tierra- el sentido figurado de “cultivo” de la razón humana y la introdujo a los predios de la filosofía y de la historia, donde ha recorrido un largo e intenso camino.
El paisaje condicionó siempre la cultura puesto que generó un saber e inspiró un conocimiento, según lo han sostenido varios pensadores. Es el “telurismo” que, en lo que a nosotros nos concierne, forma parte de la “pachamama” de nuestros Andes, del “espacio gnóstico” del que hablaba Lezama Lima, capaz de marcar la cultura con un sello: el del altiplano andino, la pampa argentina, las bahías caribeñas o la selva amazónica.
Desde sus más remotos orígenes el hombre trató de instalarse en la naturaleza, acomodarse en ella y utilizarla en su beneficio. Pero ciertos fenómenos naturales, que no pudo explicarse, le atemorizaron. Nacieron entonces las concepciones mágicas y animistas: el totemismo, el fetichismo, la magia y la hechicería para tratar de dar respuestas a lo inexplicado. Y pronto imaginó dioses a los que atribuyó el origen de todo lo que le resultaba incomprensible.
Dentro de la cultura global en la que están inmersas se dan subculturas, o sea variaciones de rasgos, ideas, actitudes, estilos y conductas de grupos en la sociedad, que marcan diferencias; y surgen también las contraculturas, que son culturas de signo negativo o agresiones a los valores de las culturas dominantes.
Sostenidas por grupos dentro de la sociedad, las subculturas son sistemas de ideas, de valores, costumbres, creencias y comportamientos discrepantes de las culturas oficiales. Y constituyen sistemas culturales de signo negativo o impugnaciones a la cultura o culturas dominantes.
Las subculturas acentúan ciertos rasgos, elementos y características, como la forma del lenguaje o de la indumentaria, para mantener las diferencias con las culturas oficiales. Estas diferencias son, al mismo tiempo, una reafirmación de orgullo individual y de pertenencia a un grupo, ya que los lazos entre los integrantes de una subcultura generalmente se ven reforzados por el hecho de hallarse enfrentados a los valores y comportamientos de la sociedad dominante.
Las subculturas, sustentadas por las minorías étnicas y culturales, por grupos religiosos y por comunidades culturalmente diferentes de la sociedad en que están insertos, presuponen la existencia de una cultura dominante. Esos grupos y minorías tienen sus creencias, actitudes, costumbres u otras formas de comportamiento diferentes de las que predominan en la sociedad, aunque participen de ella. Las subculturas no son cualitativamente mejores ni peores que la cultura oficial sino simplemente distintas.