La tradición manda a quemar, junto al año viejo, todo aquello que no vale, que entristece, que agobia, que abruma o que nos impide caminar. En la base de esa pira debemos poner a la corrupción, esa cosa horrible que ha crecido, como un monstruo de gran apetito, alimentado por la ambición y la codicia de funcionarios públicos y de empresarios privados, hasta que sus tentáculos han alcanzado a casi toda la población.
En esa pira no pueden faltar los diezmos, que son sinónimo de la falta de ética pública, esa que ha hecho de los recursos del Estado, un botín para financiar movimientos y partidos, campañas y bolsillos particulares; esa que hace posible que se guarden puestos de trabajo durante diez años, esa que ha hecho que los funcionarios pierdan la vergüenza y defiendan sin pudor sus actos y que el pueblo llano defienda y normalice aquello que no se puede defender: “siempre ha sido así, siempre han robado”. Que frases como esa se vuelvan chicharrón.
En el fuego deberán arder los protagonistas de los narco-corridos, prohombres de los cárteles que se han enquistado en las instituciones militares, policiales y de justicia, que es donde se enquistan para poder obrar a sus anchas, por aire, mar y tierra, sembrando terror, muerte y violencia en los rincones más empobrecidos del país.
También deberían ser abrazadas por el fuego las traiciones, las delaciones, los soplones, los escándalos semanales, cuánticos y correístas, de la política local. Que se quemen también los recursos malgastados, las componendas y los acuerdos truchos.
Ojalá el fuego de esa hoguera consuma cada una de las mentiras de Estado, esas mentiras que impiden que haya verdad, reparación y justicia en el caso de los tres que nos faltan, Paúl, Javier y Efraín, así como en muchos otros casos en los que el Estado no ha sabido proteger a sus ciudadanos, incluyendo a aquellos que ni siquiera son reconocidos como tales y que viven ocultos en la selva ecuatoriana.
Que la pira crezca y que la brasa acabe con los rezagos dictatoriales, patriarcales y autoritarios y también con las venganzas tapiñadas, con los ajustes de cuentas, con la viveza criolla, con la oposición tibia y acomodada que cree que lo peor ha pasado ya y que se considera vencedora sin haber empezado la batalla, cometiendo los mismos actos arbitrarios y deleznables que un día cuestionó. Que se quemen los regalos y las ofertas demagógicas con la que querrán hacerse de la administración de ciudades y provincias los candidatos a las alcaldías y prefecturas coptando el poder con engaños y promesas. . Que el fuego purificador haga lo suyo para que, de las cenizas de tanta basura, renazca un país en el que se pueda vivir en paz, con justicia y equidad.