Si tuvieran un poco de dignidad y de sangre en la cara (muy difícil entre políticos, incluidos los nuevos revolucionarios, salvo excepciones), las autoridades que ejercen diversos cargos provenientes del correísmo deberían renunciar por decencia, luego de quedar al descubierto, con sus propias confesiones, de lo que han hecho. Se evidencia que la corrupción no fue aislada sino institucionalizada y protegida por el mayor engañador y abusador del poder, que cree que la gente no se da cuenta de las fechorías.
El doble discurso quedó al descubierto: por un lado, el pueblo, la revolución, la izquierda, las obras sociales, pero por otro: panitas, hermanos y compadres lindos entre autoridades y prófugos de la justicia, mientras distraen y no solucionan los grandes problemas económicos, sociales y de falta de empleo.
Frente a esto los ciudadanos no pueden perder su capacidad de indignarse y de expresar su malestar civilizadamente. ¿Dónde ha quedado la dignidad y el honor? Puede el país seguir soportando tanto engaño, tanta mentira, tanta audacia cuando reconocen que hablan y pactan calladito con los sentenciados y fugados por corrupción, cuando siguen pendientes los juicios por cohecho, peculado, concusión, lavado de activos, testaferrismo contra el ex vicepresidente y otros funcionarios del correísmo. Cuántos otros casos con indicios de responsabilidad penal establecidos por la Contraloría, no solo en el sector petrolero, están pendientes de indagaciones y de procesamiento.
Ha quedado al descubierto cómo concretaron contratos de grandes proyectos, con conocimiento del ex Presidente, que controlaba todo y sometía a los jefes de los organismos de control, de las funciones del Estado, y que metió sus manos en la justicia, como con audacia anticipara antes de la consulta popular del 2011. El registro histórico no miente y está sobre las mentiras repetidas permanentemente.
Basta de tomar el pelo a los ecuatorianos. Seguramente creen que aquí la gente es idiota y que no se da cuenta de lo que han hecho en esta década ganada, pero para ellos. En medio de tanta corrupción y putrefacción que dejara el correísmo, nace una esperanza con la posesión del Consejo de Participación Ciudadana Transitorio, integrado por ciudadanos respetables, a la cabeza un hombre intachable: Julio César Trujillo. Este Consejo tiene hoy el gran desafío de evaluar a todos los representantes de los organismos de control, la judicatura y la justicia que impusiera el autoritario. Evaluarlos, limpiarlos, fumigarlos y ponerlos al servicio de los ecuatorianos y no solo de los “revolucionarios”. Y el Presidente de la República tiene la gran ocasión de definirse de una vez por todas y concretar acciones; romper y depurar su entorno de colaboradores. Cuidado se le pasa la oportunidad.