Hace diez años, un político joven y carismático ganó las elecciones presidenciales. Muchos justificaron –y justifican hasta ahora– la destrucción de instituciones que promovió una vez llegado al poder y no vieron ningún problema en que se tomara todas las instancias del Estado. ¿Por qué?
Porque ese político era, según sus propias palabras, de izquierdas y la mayoría de ecuatorianos pensó que esa mera condición ideológica sería una garantía moral que validaría todos su actos (una especie de certificado de santidad que tornaría noble y bueno todo lo que aquel político hiciera).
Si es democrática, ninguna ideología política puede ser moralmente superior a otra. Creer lo contrario solo conduce a justificar el autoritarismo. Cuando un Régimen autoritario se apodera de un país da lo mismo que su discurso sea de derechas o izquierdas. Al final, siempre produce los mismos resultados: pobreza, corrupción, violencia…
Miren, por ejemplo, lo que provocó la dictadura –calificada como derechista– de Trujillo, en República Dominicana, y la tiranía –calificada como izquierdista– de los hermanos Castro, en Cuba. Ambos regímenes se tomaron todas las instancias del Estado y manejaron las leyes a su antojo para controlar a la población, empobreciéndola y sojuzgándola.
Si los ecuatorianos buscamos que se reinstaure la justicia y libertad en el país debemos dejar por un momento esa dicotomía ideológica izquierdas-derechas (que existe, por supuesto) para concentrarnos en la defensa del Estado de derecho y de la democracia.
Ser de derechas o de izquierdas solo es una postura ideológica. Estar en cualquier lado del espectro político es perfectamente digno; ninguno de ellos es mejor ni peor que el otro. En política, la única virtud que debe ser exaltada es la del respeto y sometimiento a las reglas del juego democrático.
Estas elecciones deben ser una oportunidad para que los ciudadanos intentemos discriminar lo real de lo aparente; lo importante de lo accesorio. ¿Qué candidatura ofrece garantías de que respetará las leyes y los debidos procesos? ¿Qué binomio tiene una verdadera vocación democrática y no sólo ansias de llegar al poder para satisfacer egos personales o –peor aún– para proteger los intereses de grupos minoritarios?
Estas elecciones tienen una importancia inusitada no sólo porque tenemos la oportunidad de cambiar a un Gobierno que ha destrozado la economía sino también porque podríamos retomar la cultura democrática que abandonamos hace ya una década.
En democracia ambas posturas ideológicas –las de izquierdas y las de derechas– son necesarias. Las de izquierdas enfatizan la defensa de la justicia; las de derechas la defensa de la libertad. Hay una tensión permanente entre estos dos principios universales pero ninguno jamás será soslayado.