Para acceder a la Panamericana Sur es común utilizar la Simón Bolívar hasta conectar con la carretera cerca de Tambillo. Las diferencias entre una y otra vía son evidentes. Mientras la Simón Bolívar está llena de baches e irregularidades e inclusive en varios sitios hay tierra sobre el pavimento, cuando se accede a la Panamericana Sur, concesionada a una empresa privada, no hay baches, ni irregularidades, ni tampoco desperdicios, ni basura. Se paga un peaje de un dólar en las casetas ubicadas entre Machachi y Romerillos, pero eso asegura al conductor un viaje sin sobresaltos y sin que se afecte la seguridad del vehículo y de sus ocupantes. Si se produjese un accidente por el mal estado de la vía, el concesionario sería directamente responsable por los daños de los vehículos y sus pasajeros. Si lo mismo ocurre en la Simón Bolívar, el Municipio no asume tales responsabilidades. Ya es hora de que la ley asigne directa responsabilidad al ente público a cuyo cargo está el mantenimiento de la respectiva vía, e inclusive una responsabilidad personal de su primera autoridad, para proteger a los usuarios.
La Ruta Viva que une la Simón Bolívar con el aeropuerto de Tababela, (aunque hay un tramo que ni siquiera se ha iniciado su construcción) registra ya múltiples baches, irregularidades y largos trechos sin la iluminación nocturna. Más allá de que es inaceptable que en apenas 4 años esa vía se haya deteriorado significativamente -su construcción fue hecha por Odebrecht- es fundamental que se la mantenga en óptimas condiciones ; el mejor camino sería concesionarla a una empresa privada, que cobre un peaje razonable. De esa manera sería posible un mantenimiento correcto, y que se concluya el tramo entre la Interoceánica y el aeropuerto. Así Quito tendría una vía expedita para acceder a Tababela. Si alguien se opone a la concesión y al respectivo peaje- pues abundan quienes demandan servicios de primer orden pero se niegan a pagar un justo precio por ellos- tendría en la Interoceánica una vía alterna, gratuita.
El peaje debería ser pagado de manera automática con cualquier dispositivo digital de tan fácil acceso con la tecnología actual, para evitar trancones infames como los que se producen en el túnel Guayasamín, ante la mirada impávida e ineficiente del municipio, incapaz de al menos automatizar este cobro, ya que no cumplió su promesa de construir la autovía paralela en ese cuello de botella.
Por el irresponsable manejo de Correa, el gobierno central y los entes públicos no contarán con los recursos de la década pasada, y deberán encontrar mecanismos para mantener en buen estado calles y vías. La concesión con el cobro del correspondiente peaje es un medio idóneo para ello. Pero hace falta capacidad y decisión del gobierno central, prefectos y alcaldes para hacer frente a la inevitable contracción de ingresos fiscales.