Para el próximo 19 de marzo los sectores sociales y, en especial, el movimiento sindical, han convocado a movilizaciones en todo el país. Esta convocatoria se basa en un conjunto muy amplio de demandas, que van mucho más allá de las sectoriales, e incluyen temas como el Decreto 16, las enmiendas, la consulta, la prepotencia y el autoritarismo, las duras medidas económicas recientes.
La plataforma de movilización es incluyente y expresa el extendido descontento que existe en la sociedad ecuatoriana por un modelo político y económico que nunca tuvo viabilidad, más allá de la crítica a un Régimen político que colapsó.
Por ello, luego de ocho años de Gobierno, los ecuatorianos tenemos muchísimas razones para protestar, para salir a las calles, para movilizarnos. Comenzando por el hecho de que todos los mecanismos institucionales están cerrados para que los ciudadanos podamos hacer escuchar nuestra voz. Incluso, cuando la enmienda al artículo constitucional 104 sea aprobada, nuestro derecho a la consulta popular quedará seriamente menoscabado.
¿Y qué decir de la llamada socialización? Estos procesos, con que el oficialismo manosea la participación de la ciudadanía, no son más que una tramoya para que los funcionarios se escuchen a sí mismos a cuenta de fondos públicos. Y sumando a ello, en el Ecuador no existe fiscalización en la Asamblea ni rendición de cuentas a la sociedad.
En control político y social el Ecuador tiene cero. Es decir, padecemos un Gobierno que funciona totalmente separado de la gente, aislado y desconectado de sus organizaciones y gremios. Un Gobierno autista, cuyo respaldo se debe más a estrategias publicitarias que a alguna vinculación real con la sociedad.
Sí, por ello, los ecuatorianos tenemos muchas razones para salir a las calles y ejercer nuestro derecho a la protesta. Y ejercerlo pacíficamente, sin alardes ni exabruptos. Ejercerlo con dignidad y con firmeza. Comprendiendo que en un país con tanta diversidad cultural, política y social las causas del descontento serán de las más variadas y provendrán de innumerables motivaciones. Sin embargo, tenemos el derecho a protestar juntos y a decir lo que pensamos en colectivo, sin exclusiones ni chantajes del poder de que no deben juntarse rojos y blancos, azules y amarillos. La protesta es un derecho que se comparte y es decisión de quienes lo ejercen decidir si lo hacen juntos o separados, sin nadie que pretenda imponerles ni cómo ni con quién.
La protesta ciudadana debería verse como una oportunidad para el Gobierno. Una oportunidad para preguntarse sobre sus errores; una oportunidad para la autocrítica y la rectificación. Nada más equivocado que sentirse amenazado; nada más iluso que descalificarla o acusarla de desestabilizadora. Los gobernantes incapaces de escuchar a los ciudadanos están condenados a incinerarse en sus propias mentiras. El autoengaño es la peor receta de Gobierno. Lo más inteligente sería que se relajen y analicen por qué los ecuatorianos estamos volviendo a las calles.