Quiero expresar a las familias de nuestros periodistas y soldados caídos en el cumplimiento de su deber, mi abrazo tierno y fraterno y mi dolor personal muy intenso al pensar en sus seres queridos que humildemente salieron esas mañanas a cumplir fielmente con su deber, y nunca más volvieron por causa de la inexplicable monstruosidad humana por ambición, odio, hambre de poder y vicio.
Un ex “revolucionario” expresó estos días que los verdaderos “revolucionarios” son aquellos que hacen y sienten lo mejor de la especie humana. La realidad demuestra todo lo contrario: pues entre los “criollos” ejemplos, aquí este “Guacho” y su banda de criminales a sueldo al servicio de unos cuantos que desde sus lujosas residencias u oficinas en Quito, Guayaquil, Manta, o desde tierras colombianas o mexicanas, ordenan y definen lo que haya de ocurrir en estas selvas de vegetación y de hormigón citadino. ¿Y en el pasado qué? No puedo olvidar la cabeza cortada de Briz López, arrojada en el patio de un colegio de niñas en Quito, o los cadáveres del señor Isaías y Mayor Zeas, masacrados por un grupo con el que estaban identificados ciertos integrantes de la que estos últimos 10 años se llamó “Revolución Ciudadana”, que como legado histórico ha dejado un país quebrado, una sociedad intolerante, agresiva y con una marca de corrupción que brota en todo lugar a donde un dedo apunte.
No, nos robaron más que dinero y recursos, nos han robado un sentido de solidaridad que para muchos se confunde con declarar 3 o 4 días de “duelo nacional” (y las fiestas continuaban, aún las de gentes religiosas que se supone deberían enseñar al pueblo a condolerse de su prójimo, y seguían con sus fuegos artificiales y bandas, lo ví yo mismo con indignación); nos han robado más de 100 vidas perdidas porque un Ministerio inoperante no tuvo la previsión de vacunar a la población contra una enfermedad prevenible: AH1H1 y ninguna autoridad ha hecho nada ante la criminal inoperancia. Nos roban miles de vidas en las calles ensangrentadas de accidentes de tránsito; de mujeres apuñaladas por sus convivientes, y hasta de centenares de niños abortados, y otros arrojados en basureros públicos devorados por perros y ratas: ¡Esto me han robado a mi como ecuatoriano, me lo han robado como ser humano, y estoy harto!
Hace poco un puñado de obispos, sacerdotes, pastores y familias piadosas enterraban a más de 100 cadáveres de niñitos abortados o arrojados a esos basureros, sin nombres, sin origen, sin parientes conocidos, que no fueron sepultados como quien entierra a un perro callejero, gracias a que unos cuantos seres sensibles pidieron darles sus apellidos para que no sean “NNs”, pero son el triste recuerdo de otros crímenes cometidos por otros “Guachos” de la selva de hormigón. ¡Me duele tanto! Pero me resuena la respuesta que Dios le dio al asesino Caín: “La sangre de tu hermano Abel clama a mi desde la tierra”.