A partir de esta fecha y de este artículo, dirigiré estas “esquelas” a quienes, por honra y respeto a nuestra patria, merecen el aliento y consejo que éstas contendrán: basados únicamente en una premisa: la buena fe.
La buena fe creo que inspirará a nuestros gobernantes en sus ejecutorias y proyectos, como la que nos mueve a brindar criterio y, a veces también, consejo sobre qué hacer y qué abstenerse de hacer; qué alentar y qué cuestionar.
Si uno de los peores errores que cometió Rafael Correa investido de poder fue creer que todo aquel que pensaba diferente carecía de buena fe e intenciones usted, Lenín, me ha mostrado lo contrario: lo he visto muchas veces actuando con sencillez, carente de aspavientos y poses de sabelotodo, afable y paciente; de modo que por estas razones, y cuando fuera necesario, tendrá usted una “esquela” bien intencionada, pues creo la única manera de lograr esa unión que nos puede llevar a las grandes realizaciones nacionales es juntando criterios y esfuerzos en torno a lo correcto, lo justo, lo oportuno y adecuado para todos. Aquí estaremos para eso.
Comencemos, entonces: la banda presidencial está ceñida, el juramento rendido ante la patria y la historia, el aplauso inaugural y las ceremonias han terminado ….. Lenín, usted ha regresado a lo único íntimo y permanente que siempre tendrá, el seno de su hogar, la compañía de una hoy agotada esposa y compañera de tantas emociones de todas estas horas; pero, antes de emprender el primer descanso de mente y cuerpo … hay algo que le recomiendo hacer: sí, así, a solas: abrir las páginas de El Libro de la Historia del Hombre (mi favorito por cierto).
Allí, en un pasaje del libro mencionado, sacar la lección de un gobernante, tenido como el más sabio de la historia: el rey Salomón, esa noche también en que todo comenzaba, a solas como usted hoy, se puso de rodillas y le dijo a Dios algo (que es justamente mi primer consejo): “Dame ahora sabiduría y ciencia, para presentarme siempre delante de este pueblo; porque ¿quién podrá gobernar a este Tu pueblo tan grande?”
Si, Presidente, sí al conocimiento, a la inteligencia, planificación, fuerza para trabajar, sí, pero, por sobre estas cosas: sabiduría, para entender que sin la ayuda de Dios nada se podrá lograr y, por el contrario, con soberbia humanoide, todo se podrá malograr.
El principio de la sabiduría es tener en cuenta que no soy sino un instrumento (o me niego a serlo) de un Dios que ama a Ecuador, a su gente, y lo ha probado hasta la saciedad pese a nuestros continuos corcoveos de mular tozudo.
Sí, Lenín, Presidente, si no pedimos a Dios ayuda y protección para servir a esa Patria que a Dios le pertenece, es decir, “apartados de El, nada podremos hacer.”. Comenzando por el principio, verdad Presidente?
Hasta una próxima esquela.