Yo era muy pequeño cuando con mi mamá y mi hermana nos fuimos a vivir con mis abuelos maternos en su antigua casa del centro histórico de Quito, así que cuando todos salían a trabajar y mi hermana asistía al colegio, yo quedaba a cargo de mi abuela Carlota, quien, en medio de todo el ajetreo de su vida diaria, siempre tenía tiempo de prepararme a media mañana un enorme plato de aguacate aplastado con cebolla picada y un puñado de arroz.
Disfrutar ese platillo junto a mi abuela mientras escuchaba sus increíbles anécdotas era uno de mis momentos favoritos del día.
Y es que Carlota es una gran contadora de historias y tiene, por lo pronto, dos libros a su haber, “El séptimo hijo” y “Los designios de Dios”, que narran la vida de su hermano Bernardino Echeverría, quien fuera Cardenal de Ecuador y un sacerdote verdaderamente entregado a servir a los demás, y ahora está escribiendo su propia biografía, que está llena de relatos asombrosos, unos dolorosos, otros misteriosos y otros muy alegres, pero todos impregnados de su profundo amor a su familia y a la vida.
Carlota es también una mujer muy activa y una gran viajera, y en estos momentos, mientras usted lee estas letras, amigo lector, nuevamente ha elevado anclas rumbo a algún lugar del mundo que le faltaba conocer, pero esta vez acompañada de todos sus hijos y un buen número de nietos y bisnietos que hemos venido con ella a celebrar su cumpleaños número cien (¡Sí, cien!), en algún lugar remoto, mientras seguimos escuchando sus historias emocionantes y enriqueciéndonos con su sabiduría, de la que da muestras en todo momento.
Una de esas ocasiones fue cuando escribí en este mismo espacio un artículo sobre el enfoque o mal llamado “ideología” de género y la llamé para preguntarle su opinión, que me interesaba mucho.
Me dijo “un poco controvertido tu artículo, ¿no?, pero verás”, continuó, “cuando yo era pequeña, los hombres cantaban una canción que decía “de todos los animalitos el mejor es la mujer porque sabe agradecer a quien le da de comer”, para luego concluir: “Seguramente sin el enfoque de género, los hombres seguirían cantando esa canción”.
Con cien años Carlota tiene más claro el enfoque de género que muchas treintañeras.
Así, crecer en esa vieja casa en el centro histórico de Quito, ahora convertida en el hermoso hotel Carlota, junto a mi madre, mi hermana, mi abuelo René y mi abuela Carlota, y contar con ella todavía, son, seguramente, las experiencias más enriquecedoras de mi vida, porque con ellas aprendí, entre otras cosas, de política, de derecho, de tolerancia, de ética y del amor a la vida, a la familia, a los libros y, por supuesto, a los aguacates. ¡Felices 100 años Carlota!