Me parece que fue Alberto Acosta el que primero mencionó como deuda eterna a la circunstancia circular de los países en desarrollo, concretamente los de América Latina, que contrajeron obligaciones -con Inglaterra desde la época de la Independencia en el caso del Ecuador-, y que las fueron incrementando exponencialmente.
El peso de la deuda en la economía fue de tal naturaleza gravosa, que para pagarla se contraían nuevas obligaciones, con lo que crecía cada año, sin fin.
Es lo que sucedió a partir de l “endeudamiento agresivo” impulsado en el gobierno militar. Con el argumento de que había brotado petróleo y de que sus recursos permitían pagar las obligaciones -que servirían para impulsar el desarrollo e incrementar la riqueza nacional, con lo que el crecimiento se aseguraba y la felicidad nos colmaría de bienestar-, había que endeudarse agresivamente.
Ese círculo vicioso parecía interrumpirse cuando el país dispuso de la mayor cantidad de recursos de la historia, al mantenerse el precio del barril del petróleo en cien dólares. Se redujo la deuda en un proceso de recompra inusual, con grandes descuentos. Se lo alabó como un hito que ponía a los abusivos a los pies de los soberanos. Cuando volvió la época de las vacas flacas, al bajar el precio del petróleo y no disponer de fondos para afrontarlo, acudir a los mercados de financiamiento externo resultó extremadamente oneroso. Plazos cortos e intereses altos: 5 años y 10% o más de interés. Y, lo más grave, volver a los tiempos de contraer deuda para pagar los vencimientos de la anterior: entre enero y noviembre de 2016, se recibieron desembolsos por 13 059 millones, pero se pagaron 8 596 millones, con lo que los ingresos netos fueron de 4 463 millones. Deuda para pagar deuda, que siempre crece.
Es igualmente grave el crecimiento de la deuda interna con emisión de obligaciones a no más de un año, que no se contabilizan como deuda, como tampoco se hace con las “ventas” anticipadas de petróleo, que son, en realidad, deudas con garantía de pago de petróleo: en 2016 el país recibió 2 445 millones y pagó 1 642 millones, con apenas 803 millones de saldo líquido. Más deuda para pagar deuda anterior, interna y externa. El Banco Central se ha convertido en financista permanente: 4 267 millones adeuda el Gobierno.
Hemos vuelto al endeudamiento agresivo, en malas condiciones, a plazos cortos e intereses mucho más altos que los de países vecinos, que nos regresa a la deuda eterna. No podemos librarnos de ella, agravando cada vez más la situación e impidiendo que los recursos se destinen a crecimiento y desarrollo. No rectificar ni aceptar errores, tapando huecos cada vez más profundos, incrementando la deuda sobre los niveles legales y de elemental prudencia convierten a ésta en una década pérdida, de regreso a la deuda eterna.