Diciembre será siempre un mes especial. Se siente en la piel, en el ambiente y en los bolsillos. Tiempo para abrazos (remordidos), regalos, reuniones, chupes y comilonas. Este mes será igual y diferente. Igual porque llega con todos los ingredientes de desenfreno comercial, fiestas y buenos deseos. Diferente porque trae un nuevo año ataviado de miedos que acechan.
Diciembre es también momento para los balances, la identificación de las conquistas y de las carencias. Desde lo personal hasta lo social. A nuestros ciudadanos -adictos a los diagnósticos y análisis culpabilizadores- le sobran los balances. Y todos ellos están signados por la peste maldita. Ha marcado lo que fuimos y lo que pudimos ser en estos extraños 12 meses. Diciembre, se viste también de proyecciones y de apuestas. Y al menos dos miedos destacan en el horizonte.
El primero sigue siendo la plaga indeseable. Parecía que la vacuna, cambiaría las cosas. Sin embargo, los anuncios llenos de humo han dado paso a versiones más prudentes. La milagrosa no vendrá de inmediato, tomará todo un semestre para aplicarse, no llegará para todos. Y lo peor, no suprimirá de un tajo los contagios y las muertes. Las horribles medidas de seguridad -mascarilla y distancia- deberán mantenerse. El peligro y los miedos asociados no han terminado. Se matizan.
El segundo miedo no ataca la salud sino el alma. Se trata de las atípicas elecciones presidenciales y de asambleístas. El panorama está plagado de riesgos. Profusión de candidatos. Encuestas mañosas. Ofertas insólitas que van desde trofeos deportivos hasta jugosos bonos de aire. Organismos rectores en combate. País quebrado, con nudos insufribles en el empleo, la deuda y la pobreza. Corruptelas sin sanción ni botines recuperados. Renacimiento de populismos y agresivos fundamentalismos de derecha e izquierda. Nos jugamos el pellejo.
En mayo 24 se cerrará un Gobierno con bajísima aceptación. Una autoridad ausente que no levanta expectativas hace tiempo. Deja algo de oxígeno, a cambio de un programa FMI sombrío, lleno de condiciones y con prioridades sociales cuestionables. Los 5 meses que quedan estarán cruzados por las dinámicas electoreras, que se llevarán el estrellato. Por su ruido, por los extravagantes ofrecimientos, por sentido de carrera y de apuesta. Y por los recelos y miedos que provocan.
Un panorama así, plagado de incertidumbres y temores no deja espacio para el optimismo. Sería maravilloso cerrar estas líneas con un conjunto de esperanzas, con certezas de rutas nuevas. Pero sería ilusorio… Lo cual no significa abandonarse al derrotismo y a la indiferencia. Tal vez más que nunca, se demanda comportamientos de cautela y de proactividad. Cautela frente a los riesgos. Proactividad para enfrentarlos sin tregua. Tal vez así logremos espantar los fantasmas y exorcisar los miedos.
Buen viento para todos en el nuevo año.