Es tranquilo, embravecido, descansa a veces y, otras, se levanta asustado o iracundo. Quien lo conduce puede ser racional o tontamente soberbio a quien seducen los oropeles y las genuflexiones; luego, la vida le enseña que todo lo que brilla no es oro y que la traición es un pecado, pero desde el Renacimiento también un arte. Si está embelesado con la cima, trabaja democráticamente para llegar y luego resulta que es el traje más incómodo y que no se explica que un gobernante británico haya expresado que la democracia era un mal sistema, pero que no había conocido otro mejor.
El clima de la segunda vuelta se volvió turbio y por momento tormentoso. Los candidatos finalistas no dieron la cara sino lo hicieron los bufones que se expresan en las redes sociales y, aunque parezca inaudito algunos, en columnas de opinión. Estos últimos causan nostalgia si se recuerda a Raúl Andrade, Leopoldo Benites, Manuel de J. Real o a Juan sin Cielo, entre otros, profesaban sus causas, pero sus plumas no eran armas publicitarias. Ahora los columnistas militantes tienen todo el derecho a opinar sobre el bien y el mal, sobre el pasado y el futuro. Sobre el presente no, pues ellos son la única verdad. Antes se decía que la prensa era mentirosa y escondía; ahora, puede ser que en algunos pocos casos, algunas veces no dejan de ser parte en la campaña en un “vaudevill”, que es una comedia frívola, ligera y picante.
Sin existir motivos religiosos, raciales o de otra índole la segunda vuelta se transformó en una contienda guerrera de buenos contra malos . El objetivo principal es liquidar a los malos, luego se verá cómo se gobierna y se enfrenta la crisis de salud y pobreza en cifras y en realidades de hambre y miseria, en el día a día y en la calle, casa adentro. Lo de un buen gobierno, estable y sin violencia son piadosas intenciones y ojalá se pueda.
A lo mejor en tiempo de tormenta que azota a la nave se puede reflexionar sobre la elección el domingo. Que sólo es para elegir al jefe de una de las tres funciones. También aclarar que el ganador no arranca con una mayoría parlamentaria. Muy importante es decir alguna verdad, aunque no sea del gusto de los publicistas, pero es necesario subrayar que no se lo elige al presidente de la República para que renuncie, huya, se lo declare demente o explique aquella frase que patentó el Dr. Velasco Ibarra al terminar abruptamente su primer mandato: “Me caí sobre las bayonetas”.
Sería interesante para el pueblo ecuatoriano que en estas horas – antes de sufragar – le anuncien los personajes que integrarán los ministerios y otros altas funciones; además, tres o cuatro reformas constitucionales vía enmienda – no constituyente-, las que considera necesarias o indispensable y coadyuven para un gobierno “normal”. Sería un gran aporte cívico que marcará como un hito y, entonces, remarán los cuatros años como dice la gente de los puertos, “con buen viento y buena mar”.