Los psicólogos señalan que un adulto maltratante con seguridad fue un niño maltratado, a quien se le privó de sus derechos, de su bienestar y de un adecuado desarrollo emocional, físico, educativo y social. Este niño o niña pudo haber sufrido castigos corporales o agresión sexual o abandono, insultos, rechazos, presiones o humillaciones. Los maltratantes pudieron ser sus padres, familiares, profesores, empleadas domésticas o sus compañeros de aula o amigos del barrio.
El comportamiento maltratante en la familia, escuela o en la comunidad corresponde a una sociedad y a un Estado represivos, discriminadores, controladores y autoritarios. Se expresa en las leyes, instituciones, tradiciones, costumbres y culturas. Aparece de una manera brutal y cínica o sutil e imperceptible. Puede estar tan interiorizado que la persona o la sociedad no se dan cuenta que son agresivos y masoquistas, maltratantes y maltratados a la vez. Justifican e incluso reproducen consciente e inconscientemente la violencia.
La cultura del maltrato se reproduce a través de la educación en los hogares, aulas y medios de comunicación. En las familias vía pervivencia desde hace siglos del patriarcalismo y del machismo expresados en la presencia omnímoda del “jefe de familia”, del padre ordenando, sancionando, pegando y distribuyendo de manera “benevolente” los bienes familiares. En la escuela con la presencia de directores o docentes arrogantes y prepotentes, poseedores de la “verdad”, del conocimiento y de la “última palabra”, armados de un caduco e injusto sistema de evaluación, del poder coercitivo de la “nota”. En algunos medios manipulados por “comunicadores” o políticos inescrupulosos que conscientemente “venden” sangre, sexismo, drogadicción o reproducen el clientelismo y la ceguera política a través de un sistemático lavado cerebral de la gente.
En estos días de finalización del año escolar la expresión más lamentable de una escuela autoritaria y competitiva es la pérdida de año de muchos estudiantes. La consecuencia más brutal de este sistema educativo junto a la acción de un hogar inflexible es la crisis emocional y en algunos casos incluso el suicidio de los chicos.
En estos días de sanciones desproporcionadas a El Universo se reproduce el miedo y el sentimiento de vivir en un país signado por una pedagogía del castigo.
Y así el círculo vicioso de la violencia se refuerza en la vida pública y privada de los ecuatorianos y ecuatorianas, que unos más otros menos, fuimos y somos maltratados en nuestra niñez.
Una revolución tiene que ayudar a desmontar el maltrato con amor, perdón y solidaridad. Propiciando la libertad, la crítica y la tolerancia. Hacer lo contrario no es revolución. Cuidado: “siembra vientos…” y otra vez vendrá el círculo, pero con mayor fuerza y peligrosidad.