El 11 de marzo de 1994, en Chapultepec, la Conferencia Hemisférica sobre Libertad de Expresión, aprobó la Declaración sobre la libertad de expresión que, en una parte de su preámbulo, expresa que “Solo mediante la libre expresión y circulación de ideas, la búsqueda y difusión de informaciones, la posibilidad de indagar y cuestionar, de exponer y reaccionar, de coincidir y discrepar, de dialogar y confrontar, de publicar y transmitir, es posible mantener una sociedad libre.
Solo mediante la práctica de estos principios será posible garantizar a los ciudadanos su derecho a recibir la información imparcial y oportuna. Solo mediante la discusión abierta y la información sin barreras será posible buscar las respuestas a los grandes problemas colectivos, crear consensos, permitir que el desarrollo beneficie a todos los sectores, ejercer la justicia social y avanzar en el logro de la equidad. Por esto, rechazamos con vehemencia a quienes postulan que libertad y progreso, libertad y orden, libertad y estabilidad, libertad y justicia, libertad y gobernabilidad, son valores contrapuestos”.
Varios mandatarios locales y regionales firmaron la declaración de Chapultepec el 21 de enero de 2013, una vez más para garantizar la libertad de expresión, como lo hicieron antes otros presidentes. En la última cita estuvo presente el presidente Santos de Colombia, quien se ha presentado siempre como un presidente muy respetuoso de la libertad de prensa y de las normas éticas que rigen al periodismo.
En una parte de su intervención pronunció estas palabras: “Todos tienen el derecho a expresarse. Muchos ciudadanos no piensan como piensa el presidente, pero respetar esas diferencias es una parte esencial de cualquier democracia.” El director del conocido diario El Tiempo de Colombia, Roberto Pombo, había manifestado que “una prensa libre hace una mejor sociedad y hace más legítimos a sus gobernantes, lo que a su vez cierra espacio a las mafias y a todos aquellos intereses particulares y su afán por relegar el interés general.”
En Colombia, un alto gobernador del Magdalena, Luis Miguel Cotes, había afirmado lo siguiente: “El país tiene todo el derecho a enterarse de manera objetiva de cada hecho importante y relevante por lo que creo que sí estamos en la capacidad de asumir y de hacer parte de este reto”.
La libertad de prensa ya no es una entelequia, sino una verdad, una acción ajustada a la ética, a los valores y a los servicios claros y verdaderos fundamentados en ella. Lo hermoso del trabajo periodístico es la libre expresión de las ideas y como dice la Declaración de 1994, “las búsqueda y difusión de informaciones, la posibilidad de indagar y cuestionar, de exponer y reaccionar, de coincidir y discrepar, de dialogar y confrontar, de publicar y de transmitir, es posible mantener una sociedad libre”.
En el mismo preámbulo de la Declaración antes mencionada, he tomado el siguiente párrafo: “Políticos que proclaman su fe en la democracia son “…. Sectores sociales diversos adjudican a la prensa culpas inexistentes”. En varias ocasiones, lo anterior es verdad. Para algunos gobernantes. ¿Por qué será tan duro y permanente su trabajo que denigra a la prensa?