El día martes se celebró en el Salón de la Ciudad el Foro de la Ciudad 61, organizado por el Colegio de Arquitectos del Ecuador. Se reinician los celebrados foros después de haberlos detenido hace unos tres años. Son espacios ciudadanos por excelencia y nos dan el termómetro de lo que los habitantes pensamos sobre aspectos tan cruciales como el manejo de nuestros centros históricos. Estaba claro para los más de 500 asistentes que el tema medular de la discusión era la declaración del Presidente de que se derrocarían algunos inmuebles del Centro Histórico para convertirlos en plazoletas, una decisión ni consultada con los profesionales, ni discutida con los actores sociales, ni decidida vía el órgano regular: la Comisión del Centro Histórico de la Municipalidad.
El Ministro de Desarrollo Urbano y Vivienda improvisó, según sus palabras, su intervención, y volvió sobre temas ya conocidos: inseguridad, vaciamiento, movilidad inadecuada, comercio excesivo frente a la falta de espacios de vivienda popular, entre otros. Declaró que el manejo del Centro no tenía norte… Frente a las preguntas directas de la audiencia, eludió el tema medular, tampoco justificó, como debía hacerlo, por qué se toman decisiones que van por encima de las normas nacionales e internacionales establecidas. El público abucheó molesto por la falta de respuestas serias y pertinentes.
Se decide el derrocamiento de tres edificios testimonio de la arquitectura de los años de 1950. La antigua Dirección de Salud (Mejía y García Moreno) de propiedad estatal, se convertirá en plazoleta. El edificio de propiedad de los agustinos, antigua cedulación (Mejía, entre Guayaquil y Flores), ni expropiado ni declarado de utilidad pública, se convertirá en un estrecho parque. Este edificio sin valor patrimonial merecería ser derrocado; los agustinos tenían la intención de hacer un hotel, tal y como el Alcalde propone, infraestructura turística. Dejemos, entonces, que lo hagan.
El Centro Histórico no necesita más plazas, tiene suficientes y, sobre todo, no se puede “carear” una traza histórica de este calibre. El Pasaje Amador, construido por el arquitecto e ingeniero Giovanni Rota, del Politécnico de Milán, sobre cuatro o cinco construcciones sucesivas anteriores, no tiene problemas estructurales como se argumenta debe ser restaurado y recuperada su originalidad. Hace pocos minutos se me informa que el Icomos, máximo organismo dedicado a la conservación de monumentos, recomienda no construir la parada del metro en San Francisco, sino una única en la Plaza del Teatro .
Señor Alcalde, hábil e inteligente político, hombre informado y preocupado de veras por la ciudad, está en sus manos detener y redefinir estas inconsultas intervenciones decididas desde arriba.