Columnista invitada
Escuelas y colegios han abierto nuevamente las puertas. El sistema escolar forma a las personas en un momento privilegiado para su desarrollo. Completa la labor de las familias en educar para la convivencia, proporciona guías y un paquete de herramientas y conocimientos para vivir.
En un país que aún discrimina por etnia y clase, el rol de la escuela es también social, sobre todo la escuela pública: es el lugar de oportunidad para diversificar el espectro de lo conocido, encontrar nuevas personas y crear lazos. Descubrir una diversidad más grande que la de la familia y el barrio, conocer otros acentos y formas de pensar, acerca a los más jóvenes al resto del país y al mundo. Dan a conocer sus opiniones y se enteran de las de otros. Ponen a prueba por primera vez lo aprendido en el hogar.
Los padres atentos sabrán dialogar con sus hijas e hijos sobre lo nuevo que les aporta el entorno educativo, y estarán vigilantes para apoyar y corregir, según lo demande el caso.
Las relaciones horizontales entre pares establecidas en esta etapa están entre los bagajes más importantes que se llevarán de la escuela los niños y jóvenes. Serán más ricas mientras mejor guía tengan de profesionales preparados para fomentar la inclusión en la diversidad.
De data relativamente reciente, la presencia de niñas y niños colombianos y haitianos se sumaba en las escuelas del Ecuador a la de niños y adolescentes venidos de otras provincias, o retornados del exterior.
Un estudio de Sánchez Bautista (Flacso) analizaba en 2013 la acogida a los niños extranjeros en escuelas de Quito, con diversos resultados. Lo más duro es reconocer prácticas discriminatorias por parte de unos pocos docentes, que son las personas llamadas a promover la apertura y el conocimiento mutuo. Un maestro experimentado se sirve de las diferencias y similitudes para enriquecer el análisis.
Desde 2014, muchos hijos y nietos de ecuatorianos retornados de Venezuela y otros niños venezolanos han sido recibidos en las aulas ecuatorianas. Los niños aprenden donde están, dice Unicef, y lo mejor es que aprendan en la escuela.
Este septiembre en Ecuador unos se reencuentran, otros son nuevos. En Colombia, según información de Unicef, la matrícula 2019 incluyó a 130.000 alumnos provenientes del vecino del norte. En Lima se esperaban 109.000: alrededor de 24.000 cursan el año en Chile. Las escuelas en América Latina les están dando a estos niños la única respuesta posible: cumplir con su derecho a la educación. Cuando todo lo que conocían ha quedado atrás y empiezan de nuevo en un entorno diferente, continuar estudiando les devuelve una cierta sensación de normalidad a sus vidas.
Sentirse “uno más” ayuda a insertarse en el nuevo entorno. La experiencia más enriquecedora la tendrán en nuestra región quienes lleguen a la escuela con amabilidad y curiosidad por el otro. Atentos a formar amistades para toda la vida.